Soy un ingenuo. A mi edad es delito. Cuando escribo no lo hago para los que piensan como yo, sino para los que no. Mi táctica es dejar a un lado el corazón y construir con el argumento de la razón. Teniendo claro que la verdad no existe, lo que existe es una percepción de la realidad. Que es personal pero que se puede transferir a través de la empatía. Entender por qué piensa el otro diferente.

Esta técnica se llama sofisma. El sofista, como el abogado o el fiscal, no hace daño mientras no mienta. El problema es que cada medio da una interpretación distinta de un mismo hecho. Así, una foto de los reyes visitando a niños hospitalizados por los atentados sirvió a los separatas para escandalizarse con las fotos de menores de edad. Se rasgaron las vestiduras ignorando que los padres habían autorizado su publicación.

El sábado a las seis de la tarde estaba pegado al televisor. Cada dos minutos cambiaba de la primera a TV3. Dada la impresión que estaban retransmitiendo un partido distinto. El As y el Sport relatando el mismo Madrid-Barça. Imposible ser neutral. Si lo eres, recibes bofetadas en los dos carrillos. Cuando la política imita al fútbol, estamos perdidos, porque todo se ve por el filtro de unos colores mamados de niños. Es imposible entenderse.

La política catalana se ha radicalizado al extremo de que nadie escucha al contrario, sino para ver en lo que equivoca

Por eso la política catalana se ha radicalizado al extremo de que nadie escucha al contrario, sino para ver en lo que equivoca.

El origen de este artículo es la entrevista de Puigdemont en el Financial Times acusando a Rajoy de haber politizado los atentados de Las Ramblas y Cambrils, cuando desde la derecha se le acusa a Mariano de apático.

Puigdemont es un columnista deportivo del Sport a imagen y semejanza Roncero, pero con la diferencia de que a éste no le han puesto al frente del Gobierno de España. El jefe de la banda de JxSí sí lo está en el Palau de la plaza de Sant Jaume.

Empezaba diciendo que soy un ingenuo y que a mi edad es delito. Cuando hace cinco años empezó el procés a ninguna parte, comencé a escribir estos artículos aunque sabía que no podía convencer a los separatas de piedra picada, como nadie puede cambiar el amor a unos colores, pero sí a uno entre cien de la legión que sufría la inflamación de la separatitis. Los que ayer decían ser federalistas y han sido abducidos por el mantra de la independencia.

Si no me asalta ésta semana un nuevo susto, la próxima adaptaré los Once Principios de un nacionalista radical que estudié en la asignatura de propaganda política que se adaptan al procés como un guante de seda...

Corolario: Me rindo. Saco la bandera blanca. Ya no voy a intentar convencer a los otros. Pero me resisto a hablar con el corazón sino con mi razón, dando argumentos racionales para contar lo que siento.