Navidades alegres y escasas. Comprando con antelación ante el temor de no encontrar el regalo que deseamos cuando lo deseamos. ¿Qué pasa?, ¿por qué las alarmas? Saltan todas las alarmas cuando a pocas semanas de la llegada de las fiestas navideñas faltan materias primas o no llegan a tiempo.

Tal vez tenemos que recuperar el baúl de los recuerdos y no podemos evitar poner la mirada en un pasado no muy lejano. Estamos hablando de finales de los años 80 del siglo pasado, cuando dos cambios cruciales modificaron las expectativas de vida de centenares de millones de habitantes del planeta. Las transformaciones en Rusia y China significaron que muchas personas pudieran cambiar su forma de vida. La televisión, cine, internet, otra forma de vida era posible. Las miradas estaban puestas en Europa y América del Norte con el anhelo de vivir como en esos lugares. La aparición de unas nuevas clases medias en muchos países del Este de Europa, Rusia incluida, y China y todo el universo asiático ha significado un incremento del consumo global.

En la carrera por el consumo y costes trasladamos la fabricación a esas regiones del mundo, adaptando y ampliando la cultura fabril de la Inglaterra del siglo XIX. Fábricas para producir y trabajar, después para consumir.

En este proceso, Europa/Occidente trasladamos, deslocalizamos mucha producción; el criterio del coste y la competencia fueron un buen reclamo. Las condiciones laborales en que se desarrolló la fabricación se omitieron. Todo era fácil, como las canciones pegadizas, pero que se acaban con el verano. A nosotros nos empezaron a fallar algunas estrofas con la crisis del 2008, y ahora con la pandemia, la música también. Habíamos deslocalizado demasiado, desde material sanitario esencial hasta los chips del sector de la automoción.

¿Y ahora qué hacemos? Asia (sin olvidar el actual desarrollo de India) va a continuar creciendo y deseando consumir más, según el veredicto emitido en la pasada cumbre del cambio climático en Glasgow. ‘Si tú has podido crecer, ¿por qué yo no?’. Por lo tanto, hay que empezar a asumir que nos faltarán materias primas tal como las conocemos hoy, alimentación, energía, son la punta del iceberg. Las vías de comunicación, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, carreteras… son las que son.

¿Qué remedios, qué alternativas tenemos? Hay que recuperar la producción propia, con sueldos dignos, hay que generar valor añadido a nuestros residuos, nuevos usos, crear nuevos materiales. Seamos rápidos y prácticos. Vayamos a la búsqueda de la calidad mediante la formación. Alejémonos del exceso de quejas con una transferencia de conocimiento. Aprovechemos los recursos que la tecnología nos da para el sector empresarial y así mejorar la fuerza laboral.

La tecnología es más universal que nunca, más digital que nunca y con una capacidad de recombinación que le otorga un potencial de desarrollo (de productos, servicios y, sobre todo, modelos de negocio) enorme. El conocimiento se despliega por un terreno global y la capacidad de utilizarlo adecuadamente depende de la estimulación de talento. No existirán nuevos modelos logísticos sin especialistas en inteligencia artificial, de la misma forma que no existirán fábricas sin especialistas en robótica. Que exista transferencia útil de conocimiento solo se consigue a través de una conexión inteligente entre el propio conocimiento, el talento local capaz de comprender el entorno y la toma de decisiones.