Un mes después de cumplir 39 años decidí que quería ser madre. No fue una decisión fácil --no tengo pareja ni trabajo estable-- pero, después de mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que no quería perderme esta aventura que te ofrece la vida o, al menos, arrepentirme el resto de mi vida de no haberlo intentado.

Cuando se lo conté a mi familia y amigos más cercanos, todos respondieron que les parecía una fantástica idea. “Nadie se arrepiente de tener un hijo”, “vas a ser una madre genial” o “¿para qué quieres un padre? Tener un hijo en pareja no es garantía de nada”, me decían para animarme. Incluso algún amigo de mi edad --varón, soltero y con ganas de ser padre-- me llegó a decir que sentía envidia. “Esta opción de ir a una clínica y salir embarazada solo la tenéis las mujeres, así que aprovecha”, me decía. Que los hombres no tengan limitación de edad para ser padres no significa que no se frustren por no poder serlo antes de cumplir 50.

También están los amigos casados sin hijos que, a través de mí, han revivido su deseo frustrado de ser padres. "¿Qué sentido tiene estar en pareja 23 años sin haber tenido hijos? ¿Qué proyecto en común tenemos?”, me planteó uno de ellos esta semana, mientras almorzábamos un buen pescado al horno con vistas al mar. Hace ocho o nueve años, mi amigo y su mujer intentaron ser padres pero, después de varias in-vitro frustradas, decidieron dejarlo correr. Ahora se sienten “demasiado mayores” para volver a pasar por un proceso de reproducción asistida y descartan la maternidad subrogada. ¿Adoptar? Al tener ambos más de 45 años, esta opción es casi inviable.  “Lo mejor sería concebir un bebé con una amiga de confianza que esté sana, como tú, para que tuviera algún gen mío”, bromeó.

La gente suele bromear mucho sobre la paternidad, pero mi amigo --a pesar del vino blanco y el gin-tonic que llevaba encima-- se planteaba muy en serio si una pareja podía realmente aguantar tanto tiempo junta sin tener hijos. “Nos haremos mayores y estaremos solos…”, se lamentó. Yo le dije que me parecía una tontería: significa que tienen muchos más proyectos en común --aficiones, viajes, una actitud ante la vida-- que los unen. Que no les hace falta un hijo para dar sentido a sus vidas

Aunque todavía no soy madre, no creo que un hijo sirva para dar sentido a nuestras vidas (¡cuánta presión, pobrecito!) ni para hacernos felices. Pienso más en las ganas que tengo de enseñarle a una personita el mundo como yo lo veo, contagiarle de la misma ilusión por conocer y descubrir. Y, si encima consigo que se haga científico/a y descubra una vacuna para la próxima pandemia, todavía mejor.