Por mucho que Carles Puigdemont y los portavoces de JxCat afirmen que desean evitar una nueva convocatoria electoral, es muy difícil creerlos. En la declaración que hoy saldrá del encuentro en Berlín del expresident con su grupo parlamentario se volverá a asegurar que su objetivo es formar Govern lo antes posible y que están trabajando para ello, pero su prioridad ahora mismo es otra: reformar la ley de la Presidencia con un propósito claro, intentar la elección telemática de Puigdemont. Esta iniciativa, que no podrá aprobarse en lectura única como mínimo hasta primeros de mayo, será recurrida inmediatamente por el Gobierno español. De entrada porque constituye un fraude de ley de las medidas cautelares dictadas a finales de enero por el Tribunal Constitucional en relación a la investidura de Puigdemont. Pero sobre todo porque en abstracto es más que dudoso que una elección a distancia sea posible constitucionalmente en España, ya que se entiende que vulnera el normal funcionamiento de un parlamento que requiere la asistencia física de los diputados a los debates, más aún de quien es el candidato a la investidura, menoscabando en caso contrario los derechos de los diputados de la oposición. Eso por no entrar en lo obvio que resulta que no se puede ser president de la Generalitat y, por tanto, representante ordinario del Estado en Cataluña, desde la cárcel ni residiendo en el extranjero.

Con los vientos alemanes de cola soplando en la vela de Puigdemont, me temo que estamos más cerca de elecciones

Es cierto que los grupos independentistas con la ayuda de la Mesa del Parlament, podrían intentar un dos en uno: aprobar la reforma de dicha ley e, inmediatamente, proceder a la investidura de Puigdemont, sin dar tiempo a que el Alto tribunal admitiera a trámite el recurso del Gobierno. Con esta hipótesis sueñan los articulistas de algunos medios soberanistas, pero suena muy rocambolesco y el resultado final sería el mismo. Ese nombramiento no sería publicado en el BOE con la firma del Rey hasta que el Constitucional no aclarase si la elección es válida. Eso nos sitúa en un escenario de elecciones casi inevitables porque, si el prófugo de la justicia española llegara a ser votado y elegido por el Parlament, el argumento legitimista de JxCat estaría servido en bandeja y la negativa a presentar otro candidato sería muy fuerte. “Puigdemont o Puigdemont”, clamarían en campaña electoral.

También podría ser que el Gobierno fuera más rápido que los independentistas y el Parlament no pudiera realizar la investidura como ya pasó la otra vez. Roger Torrent de palabra es muy gallito, e intenta liderar el agitprop en la calle sobre los “presos políticos”, pero no se atreve a desobedecer para no incurrir en ningún delito. Puigdemont, en la entrevista del domingo en TV3 con Vicent Sanchis, le afeó con mucha acritud que “unilateralmente”, dijo, hubiera aplazado su investidura.  La pregunta es obvia: ¿Y todo este lío para qué? Pues para ir ganando tiempo, ocupando titulares, alimentando esperanzas o generando cabreo, y acabar decidiendo en el último momento en función de cómo estén las piezas judiciales situadas en tablero. Por ahora, con los vientos alemanes de cola soplando en la vela de Puigdemont, me temo que estamos más cerca de elecciones.