Los exgobernantes suelen convertirse en versos libres que incomodan habitualmente a sus excompañeros de gabinete. Alguno, como José Manuel García-Margallo, ex titular de Asuntos Exteriores, además se ha propuesto ser el dinamizador preferido de los independentistas catalanes a los que él cree combatir, cuando en realidad revitaliza con sus salidas de tono. No hace tanto, alegró la vida a los desanimados gestores del procés con su desaforado plan policial para impedir el 9N y cualquier otra fecha que se programe. En esta ocasión, se ha concentrado en el combate de las ideas.

Ignoro si García-Margallo tiene por costumbre revisar sus intervenciones en televisión. De hacerlo, cuando se oiga decir en Els Matins de TV3 que un acto público puede no tener cabida en la Constitución, como excusa para no acudir a la conferencia del presidente Puigdemont en Madrid, supongo que le temblará el argumento. Es muy previsible que la propuesta que formalice el presidente de la Generalitat en el transcurso de este acto no sea del gusto del exministro ni del Gobierno del PP y que además su propósito de convocar un referéndum independentista no tenga cabida en el redactado actual de la Constitución, pero de esto a negar la celebración del propio acto por considerarlo un "desafío intelectual en el corazón de Madrid" debería haber una distancia. Exactamente la que se cubre con el respeto a la libertad de expresión.

A estos característicos les preocupa muy poco que su protagonismo pueda redundar, demasiadas veces, en beneficio de sus adversarios o que sus versos más atrevidos ahoguen sus propuestas más razonables

Luego, si viene al caso, ya vendrán las impugnaciones por incumplimiento de la ley, pero no antes, para ser delicados y respetuosos con la legalidad. Está claro que García-Margallo estará encantado con la querella de la Fiscalía por la compra de unas urnas, antes de ser utilizadas vete saber para qué, lo más probable para unas elecciones autonómicas cuya competencia tiene, indiscutiblemente, la Generalitat. Y si son para el referéndum, tiempo tendrá el ministerio fiscal para actuar según su interpretación de la legislación.

La práctica del disparo dialéctico no se va a poder erradicar nunca de la política porque es la apuesta por la notoriedad, casi una garantía de éxito mediático y sobre todo un bálsamo para los respectivos hooligans. Los actores secundarios suelen ser de gatillo fácil porque es la única manera de huir del ostracismo, sean exministros, expresidentes o diputados de grupos minoritarios republicanos. A estos característicos les preocupa muy poco que su protagonismo pueda redundar, demasiadas veces, en beneficio de sus adversarios o que sus versos más atrevidos ahoguen sus propuestas más razonables.

El ex ministro de Exteriores dijo en su última visita a Barcelona y en una sola frase algo poco habitual en sus colegas del PP respecto del derecho a decidir: ahora no puede ser, pero podría ser si se introdujera en la Constitución. Lo mismo que viene diciendo en sus sentencias el Tribunal Constitucional en discretos párrafos perdidos entre las muchas prohibiciones. Es verdad que, posteriormente, cuando García-Margallo se refiere a sus propuestas particulares de reforma constitucional, no contempla incluir esta novedad. Pero es alentador que conozca una de las soluciones más prácticas al conflicto territorial, aunque él prefiera argumentar con el fusil.