Barcelona es una ciudad sometida a dos campos magnéticos muy polarizados, el populismo y el constitucionalismo. En el primero existen dos vectores diferenciados, el nacionalismo de recorrido horizontal (los unos contra los otros) y el populismo de izquierda que opera de forma vertical (los de arriba contra los de abajo, la gente contra la casta). En el segundo campo operan los vectores constitucionalistas de diferente orientación ideológica y magnitud.

En esta autentica rosa de los vientos existen diferentes escenarios que permitirán la nueva navegación de Barcelona a partir de mayo del 2019. En el peor de los escenarios posibles, el triunfo del secesionismo supondría el fin de la Barcelona global y cosmopolita y su sometimiento al proyecto del llamado soviet carlista o de la Cataluña tractoriana. Diferenciado de este proyecto secesionista, pero compartiendo componentes populistas, existe la continuidad del colauismo, que supone aislar a Barcelona de los grandes cambios que se están produciendo en el mundo de las ciudades globales y la pérdida de muchas de las grandes oportunidades que la globalización ofrece.

En este escenario de fuerte polarización irrumpe el tsunami Manuel Valls, ¿catalizador de la modernidad globalizadora o simple experimento al servicio de la confrontación ciudadana? Sin duda, la aparición de la posible candidatura del exprimer ministro de la República francesa es un dato positivo, pues podría contribuir a abortar el proyecto de una ciudad secuestrada por el secesionismo, capital de una República inexistente, enferma de melancolía, aislada en su victimismo y al mismo tiempo podría recuperar una ciudad adormecida en la marginalidad estéril del colauismo, incapaz de gobernar la ciudad global.

La aparición de esta candidatura podría suponer el renacer de la capital mediterránea y europea, atrevida y cosmopolita, la ciudad de la tecnología, la capital sureña de la ciencia y el conocimiento, la recuperación de la capitalidad cultural hispano americana y cervantina, la ciudad de Carmen Balcells y sus pupilos literarios, los Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar... Pero esta operación que podría actuar como catálisis del reactor Barcelona podría ser estéril e incluso un gran fracaso si no supera las limitaciones iniciales de una propuesta de combate exenta de transversalidad social y claramente sin sustancia barrial. Es cierto que la clase trabajadora ha mutado y la ciudad se ha digitalizado, pero la realidad social es cabezona y se empeña en no desaparecer. Barcelona presenta altas tasas de desempleo, crea empleo en precario, las condiciones de trabajo se deterioran, ha crecido la desigualdad y los desequilibrios entre barrios, lo que no sucedió en la época maragalliana.

La opción Valls no tiene ningún recorrido si queda atrapada en la estrategia de Ciudadanos, partido que se encuentra a gusto en la refriega, pero con serias dificultades para construir alternativas de gobierno. Con la operación Ciudadanos & Valls con algunas incrustaciones progres, no solo la ciudad global no ganará sino que generará por reacción el efecto contrario, reagrupar el bloque patriótico de la Barcelona que el nacionalismo siempre quiso pequeña y controlada. La propuesta de Valls solo tiene recorrido si es capaz de generar sinergias de colaboración con las organizaciones sociales y tejer alianzas con el socialismo barcelonés, el cual tiene que dar señales claras de su ambición para gobernar Barcelona y no ser solo partner de gobierno. De no ser así, existe el peligro real de una ciudad devorada por el secesionismo o como mal menor "gobernada" por el desgobierno y el populismo estrecho de la pequeña aldea colauita.

Solo hay una Barcelona posible, la Barcelona que recupere el demos metropolitano, capaz de coliderar la España diversa y democrática, navegar por el Mediterráneo e influir en Europa. Esa Barcelona exige el encuentro y la colaboración estrecha de la sociedad abierta con la justicia social y la solidaridad.