Yolanda Díaz es vicepresidenta del Gobierno español y está adscrita, más o menos, a Unidas Podemos, aunque sigue militando en el PCE (o lo que queda de él). En sus ratos libres, que parecen abundantes, promueve un invento que no se sabe muy bien si es un nuevo partido político, una asociación recreativa o un remake de Viva la Gente y que atiende por el bonito nombre de Sumar.

A mí me parece que lo de Yolanda es estar en misa y repicando, pero todo el mundo parece considerarlo de lo más normal, empezando por el presidente del Fobierno, que es quien debería decirle que se concentrara en su trabajo y se olvidara del pluriempleo. Por lo que he podido ver hasta ahora, se supone que Sumar quiere estar a la izquierda del PSOE y puede que hasta de Podemos, pero no he conseguido entender en qué consiste la propuesta, más allá de que entre todos, todas y todes podemos fabricar un país nuevo y absolutamente chachi movidos por la fuerza de la ilusión. Yo diría que el subtexto de Sumar es que la política puede ser algo muy guay a poco que nos esforcemos todas las personas de buena voluntad de este gran país. ¿Será Sumar el partido del buen rollito?

Gracias a un post de Facebook he descubierto que, cuando entras en la web del partido (o lo que sea), lo primero que te encuentras es una petición de dinero en forma de donación. Me ha venido a la cabeza el viejo comentario de Perich sobre el impuesto revolucionario de ETA (aviso para suspicaces: no estoy comparando a Sumar con ETA): “No me fío de una revolución que, antes de triunfar, ya empieza a cobrar impuestos”. Tú entras por curiosidad en la web de marras y te encuentras con un conato de sablazo: no sé si es la mejor manera de captar el interés del pueblo, achuchado por la inflación y el brutal incremento de la cesta de la compra.

Hace unos años, como ustedes recordarán, surgieron dos nuevos partidos, dirigidos a diferentes parroquias, llamados Podemos y Ciudadanos. Estos empezaron en el centro-izquierda, luego se pasaron al centro-derecha y acabaron yéndose al carajo cuando intentaron sustituir al PP en el imaginario colectivo de la derecha española, siempre siguiendo las preclaras instrucciones de su líder, Albert Rivera, del que ya no se sabe muy bien qué hace ni por qué.

Aquellos se apuntaron al 15M bajo las órdenes de un tertuliano con pretensiones llamado Pablo Iglesias, al que le gustaba rodearse de sujetos siniestros como Juan Carlos Monedero o Pablo Echenique mientras se deshacía de quienes se le ponían de canto y le daba a su novia un ministerio progresistamente absurdo; como Rivera, ha terminado también en la dimensión desconocida de Rod Serling (tiruriru, tiruriru, tiruriru).

En aquellos tiempos, yo diría que al español medio todavía le quedaba algo de ilusión y, sobre todo, estábamos todos un poco hartos del bipartidismo inamovible. En ese sentido, un partido a la izquierda del PSOE (Podemos) y otro situado en el centro izquierda liberal (el primer Ciudadanos, o sea, Ciutadans) parecían tener toda la lógica del mundo. Lamentablemente, ambas propuestas se fueron pudriendo a una velocidad de vértigo y ahora son simples sombras de lo que fueron y, sobre todo, de lo que pudieron llegar a ser.

Desprovistos de ilusiones, los españoles hemos asumido que hay bipartidismo para rato y hemos ido perdiendo las ilusiones por el camino. Lo que ves es lo que hay: la derecha del PP y la seudoizquierda en que Pedro Sánchez ha convertido el PSOE, que ahora es un vehículo para el medro y el lucimiento de Sánchez, un hombre que, con tal de salvaguardar el sillón, es capaz de pactar los asuntos de Estado con los enemigos del Estado y hasta reconstruir la memoria democrática con los herederos de quienes intentaron cargarse a base de bombazos y tiros en la nuca la frágil democracia española.

Y es en semejante panorama donde se cuela Yolanda Díaz con sus mundos de Yupi, sus proclamas optimistas e inanes y sus sablazos online. Evidentemente, nos pilla cansados, cabreados y carentes de la más mínima ilusión, que es el elemento fundamental de su indescifrable propuesta, perfectamente compatible, al parecer, con el bien remunerado trabajo de vicepresidenta del Gobierno. Francamente, Yolanda, comprenderás que no está el horno para bollos.

Las próximas elecciones generales se dirimirán, como siempre, entre el PSOE y el PP, dos partidos que, a mí, la verdad, mucha ilusión no me hacen. Lo encajo como buenamente puedo, pero si algo no necesito es a una comunista reciclada en motivational coach (aunque la mona se vista de seda, etcétera) que me salga con monsergas sobre lo guapa que nos puede quedar España si nos fiamos de ella y la dejamos hacer. Las últimas ilusiones de la izquierda y de la socialdemocracia, querida Yolanda, se las cargaron Podemos y Ciudadanos y ya no nos queda ninguna.