Cada vez que me llega alguna novedad de los talibanes en Afganistán recuerdo aquella estrofa de la canción de Franco Battiato Bandiera bianca que rezaba, traducida al español, “en esta época de locos, solo nos faltaban los idiotas del horror”. Y también me acuerdo de aquello que decía Borges (o puede que su compadre Bioy Casares): que solemos darle mucha importancia a la maldad y muy poca a la estupidez.

La última memez del Gobierno talibán consiste en que no se emitan por televisión películas en las que aparezcan mujeres: teniendo en cuenta que las mujeres son la mitad de la población y que es muy difícil, por no decir imposible, rodar películas en las que no intervengan, me pregunto qué clase de ficciones alientan los talibanes. Como es dudoso que unos señores tan religiosos deseen dirigirse exclusivamente a los homosexuales --aunque abundan los rumores de trato carnal entre hombres en las filas talibanes, por no hablar de los que se lo hacían con niños maquillados, como si en el movimiento abundaran los neoespartanos y los neogriegos de gustos efébicos--, deduzco que los idiotas del gobierno creen que se pueden rodar ficciones sin mujeres. No sé si se han parado a pensar en qué se puede contar sin la mitad de su comunidad, y dudo que la cosa se trate de rendir homenaje al teatro británico de la era de Shakespeare, cuando los papeles femeninos en el teatro los interpretaban hombres, así que solo puedo llegar a la conclusión de que el gobierno talibán está compuesto exclusivamente por imbéciles, por idiotas del horror, por locos de Alá.

Solo a un imbécil se le puede ocurrir alumbrar una institución llamada Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio. Un imbécil, claro está, carente del más mínimo sentido del humor, pues semejante nombrecito resulta ideal para propiciar la chufla de cualquiera. Digámoslo claro, un gobierno capaz de inventarse el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio solo merece ser derrocado. Y es inevitable pensar en que nos tiramos 20 años en Afganistán para evitar que esos tarados se hicieran con el poder y ahora ya empezamos a considerar la posibilidad de establecer relaciones con ellos. Llámenme radical, pero yo diría que con los talibanes no se puede hablar absolutamente de nada. Lo único que se puede hacer con ellos es machacarlos, eliminarlos. No lo conseguimos en 20 años, durante los cuales, encima, murieron soldados occidentales (incluidos españoles) a punta pala. Cuando Joe Biden decidió retirar sus tropas de Afganistán, todos esos muertos debieron revolverse en sus tumbas. No es que se hubiese avanzado mucho en cuestiones humanitarias (y los caciques locales nos robaron a manos llenas), pero largarse dejándolo todo peor de cómo estaba no parece la mejor de las ideas. Si quedaba en el mundo alguna guerra justa, ésa era la que manteníamos contra los cenutrios de los talibanes. Y tampoco eran tantos. Se les podía eliminar con un poco de esfuerzo. En vez de eso, nos fuimos y les dijimos a los afganos en general y a sus mujeres en particular: “Ahí os quedáis, que nos salís muy caros”. Y ya estamos viendo lo que están haciendo con el país sus idiotas del horror.

Lo de las películas sin mujeres todavía permite recurrir al pitorreo. Pero lo de las presentadoras de televisión veladas ya empieza a no tener ninguna gracia. Y lo de sacar a las niñas de la escuela a los 12 años resulta, directamente, criminal. ¿Pero qué problemas tienen estos merluzos de Alá con las mujeres? ¿Solo las necesitan para la conservación de la especie porque lo que les gusta son los niños con kohl en los ojos y darse mutuamente por donde amargan los pepinos? ¿No creen que hay algo muy oscuro en la psique colectiva de los talibanes? ¿Y cómo podemos interpretar un papel tan triste y tan calzonazos los occidentales en esta historia lamentable que es un ataque imbécil y dañino no solo a un país, sino a toda la humanidad?

Parece que hemos decidido dejarles en paz. Y que así seguirán, extendiendo su estupidez por todo el territorio nacional, mientras sigan el ejemplo de otros grandes idiotas de la historia que se limitaron a jorobar a su propia gente (Sadam Hussein seguiría cortando el bacalao en Irak si no hubiese metido la pata invadiendo Kuwait). Vivimos una época en la que impera lo de que cada palo aguante su vela. Respiren, pues, tranquilos los talibanes, que si no sacan los pies del tiesto ni les da por expandirse por otros lugares (sobre todo, si esos lugares tienen petróleo), les vamos a dejar hacer el burro a conciencia: el que pueda, que emigre; y el que no, que pringue. Los idiotas del horror se han salido con la suya y Joe Biden se ha quedado tan tranquilo que hasta se permite dormitar en las cumbres contra el cambio climático. A los desdichados que perdieron la vida para evitar que algún día existiera el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, que los zurzan.

Realmente, nos hemos lucido.