¡Ay, PP, quién te ha visto y quién te ve! El partido que escribió las páginas más gloriosas de la historia de la corrupción en España, instalado permanentemente en el más difícil todavía, fabricante de trapisondas a granel, cada una más espectacular que la anterior, pretende ahora que nos conformemos con un máster de chichinabo de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Si eso no es decadencia, que baje Dios y lo vea. Si fuese una serie de televisión, la retirarían de antena a media temporada. Después de obras maestras del choriceo como la Gurtel y de mangantes de la talla de Luis Bárcenas o Paco Granados, ¿cómo pretenden estar a la altura de su reputación con una señora tan discreta como Cristina Cifuentes y un delito tan birrioso como un máster chungo? ¿Eso es todo lo que se les ocurre para mantenerse fieles a sí mismos?

Curiosamente, la chorrada del máster puede acabar siendo la gota que colme el vaso de la paciencia de los ciudadanos. Los medios de comunicación no hablan de otra cosa, pero Cifuentes no dimite porque asegura ser inocente y porque en el PP se considera antipatriótico dimitir: ahí nunca ha dimitido nadie. Recordemos a Rita Barberá, desautorizada por el partido, pero clavada con Super Glue al escaño, representándose exclusivamente a sí misma. Más curiosamente aún, hasta los votantes más recalcitrantes del PP --aunque más que votantes, el PP siempre ha tenido hooligans--, los que creían que lo de la Gurtel era un invento de los socialistas y que bastaba con mirar a los ojos a Paco Camps para ver la viva imagen de la honradez, ponen ahora el grito en el cielo por lo del máster.

Después de obras maestras del choriceo como la Gurtel y de mangantes de la talla de Luis Bárcenas o Paco Granados, ¿cómo pretenden estar a la altura de su reputación con una señora tan discreta como Cristina Cifuentes y un delito tan birrioso como un máster chungo?

Mientras las encuestas se muestran favorables a Ciudadanos, el PP se va desplomando no muy lentamente. No me extraña. Lo raro es que no se hubiese empezado a desplomar en cuanto Rajoy llegó a presidente. ¿Ustedes entienden a Rajoy? Yo no. No sé por qué quiere seguir al mando de la nave cuando no sabe qué hacer con ella y todo parece darle una pereza tremenda. Vamos a ver, yo a José María Aznar lo entendía. No lo soportaba, pero lo entendía: era el típico reaccionario bajito con ganas de figurar en la escena internacional y de repartir leña en la nacional, un político autoritario con ciertas reminiscencias franquistas que hacía felices a los partidarios de la ley, el orden y el estacazo y tentetieso. Pero Rajoy... ¿Alguien me puede decir a quién hace feliz Rajoy?

De momento, se le fugan los votantes a Ciudadanos a capazos y empieza a correr la voz de que el PP ya no da más de sí y merece pasar una larga temporada en la oposición. Que haya habido que esperar a algo tan nimio como un máster de pegolete da que pensar sobre la psique de los españoles, pero más vale tarde que nunca. La sociedad se enfrenta a sus horrores cuando y como puede. Recordemos que Al Capone fue a parar al trullo por evasión de impuestos, no por sus crímenes.