Todo parece indicar que el nuevo icono del feminismo español es Rocío Carrasco, la hija de Rocío Jurado, de cuya herencia lleva viviendo toda su vida, pues no se conoce trabajo alguno que haya desempeñado la buena mujer desde que cometió el error de enamorarse de un picoleto que acabó expulsado de la Guardia Civil por quedarse el dinero de las multas que ponía en carretera. El picoleto en cuestión, Antonio David Flores, es el nuevo representante del machismo español y como tal acaba de ser despedido por Tele 5 de sus programas y tertulias, puede que para ahorrarse unos pavos con esa familia disfuncional, ya que el valeroso testimonio de Rociíto se les ha puesto en un pico (se habla de más de un millón de euros por los ocho capítulos de su miniserie; los dos primeros se emitieron el domingo pasado y lo petaron de audiencia).

Si tuviésemos unos políticos normales, la remunerada confesión de una tragedia doméstica a cargo de la hija de una folklórica debería haberlos dejado tan panchos. A fin de cuentas, se trata de una nueva jugada del astuto Paolo Vasile para recuperar las noches de los domingos, que se le estaban yendo al garete por culpa de un Sálvame de Luxe que cada vez veía menos gente. Con tal de atrapar a su audiencia, el señor Vasile --alumno aventajado del gran Silvio Berlusconi-- es capaz de cualquier cosa, hasta de apuntarse al Me too a su manera y de convertir a un vividor profesional como Antonio David en una mezcla de Harvey Weinstein y el zarzuelero Pichi. Si nuestros políticos fueran personas normales, insisto, pasarían olímpicamente de las supuestas desgracias de Rociíto y de la presunta maldad de Antonio David. En el mejor de los casos, dejarían el asunto en manos de los tribunales --los hijos de la pareja llevan tiempo tomando partido por el padre y éste ha ganado todos los pleitos que le ha puesto la parienta, pero parece que eso no le importa a nadie ante el festival de lágrimas de la hija de La Más Grande, a prueba de rímel, de maquillaje y de lo que haga falta-- y, por una cuestión de ética y de seriedad profesional, no harían ningún caso a una maniobra comercial de Tele 5.

Pero algunos de nuestros políticos no son personas normales. Por eso Adriana Lastra se solidariza con Rociíto y dice que la cree. Por eso Irene Montero, la primera cajera de supermercado que llega a ministra, entra en directo en el programa donde se emite la lucrativa llorera de la hija de La Más Grande y se pone de su parte para lo que haga falta. Creemos que Lastra y Montero se están estrujando el magín para sacar a España de la miseria pandémica y resulta que están en casa, viendo Tele 5 y solidarizándose con una mujer que hace caja con su triste vida conyugal. ¿Para eso les pagamos el sueldo? ¿Reconocer que estás viendo Tele 5 el domingo por la noche no debería ser motivo suficiente para que te cesen?

El feminismo es una causa noble a la que Rociíto, Lastra y Montero están haciendo la puñeta a base de bien. La primera, por lo menos, levanta unos monises que le van a venir de maravilla, dada su escasa disposición a ganarse la vida como todo el mundo, trabajando. Pero las otras dos, ¿de verdad creen estar haciendo un servicio a la causa de las mujeres tragándose todo lo que dice alguien que cobra por explicar desgracias que ha callado durante veinte años por motivos que solo ella conoce, pero que son muy útiles a la hora de presentar la factura definitiva?

Vivimos en una sociedad capitalista y Tele 5 tiene derecho a machacar a la competencia como sea. Si me apuran --¡todo por la pasta!--, también tiene derecho a hacer como que prescinde de los servicios de Antonio David Flores (seguro que reaparece en unas semanas a explicar SU verdad, con la excusa de que hasta Charles Manson pudo decir unas palabras en su defensa antes de que lo encerraran y tiraran la llave de la celda: fijémonos que ya nadie dice LA verdad, sino SU verdad, como si hubiese montones de verdades y cada uno pudiera escoger la que más le convenga). ¿Tienen derecho la ministra de Igualdad y la presidenta del club de fans de Pedro Sánchez a meterse donde no les llaman y a tomarse en serio a personas como Rocío Carrasco y empresas audiovisuales como Tele 5? Yo diría que no, pero ya se sabe que soy una momia del régimen del 78 y que me resisto a captar la magia de la nueva izquierda, que, para según qué cosas, es como la derecha reaccionaria de toda la vida: los domingos por la noche, antes de volver al tajo el lunes, nada como una sesión de sofá, mantita y Tele 5.