Mañana empieza el juicio contra Laura Borràs y no parece haber bofetadas para apuntarse al tradicional paseíllo de corte gitano que suele celebrarse cada vez que algún lazi más o menos ilustre comparece ante el juez para dar explicaciones de algo que ha hecho y que no debería haber hecho. Se fletarán los tradicionales autobuses para trasladar a la capital a los habitantes de la Cataluña profunda que quieran solidarizarse con la expresidenta del Parlamento regional (a módicos precios que oscilan entre los 10 y los 20 euros, aunque no sé si esa tarifa incluye el preceptivo bocadillo regado con cerveza o vino y un chupito de ratafía), y habrá que confiar en esta nueva versión del vetusto programa radiofónico La comarca nos visita, ya que no se aprecia una gran solidaridad con la interfecta de sus hermanos en la política independentista, tal vez porque una cosa es ejercer de hermano y otra, hacer el primo: desde el punto de vista político, solidarizarse con Laura Borràs se le hace un poco cuesta arriba a cualquier persona decente, por soberanista que se sea. Como ha recordado oportunamente Marta Vilalta, la sonriente portavoz de ERC, una cosa es que te juzguen por tu participación en el prusés y otra, muy distinta, que te puedan empapelar por un presunto delito de corrupción, que es de lo que se acusa a la señora Borràs en su etapa de directora de la ILC (Institució de les Lletres Catalanes), cuando parece que benefició económicamente a un amiguete con cierta mala fama (había estado a punto de ir al trullo en el 2019 por tráfico de drogas, aunque consiguió evitar el talego apuntándose a uno de esos rehabs a los que Amy Winehouse decía que no, no, no, y era conocido de manera informal como El camello de Convergencia).

Pese a que la señora Borràs lleva meses sosteniendo que lo del juicio contra ella es una sucia maniobra más del deep state español contra una patriota de piedra picada como ella, el mensaje no parece haber calado donde tenía que calar. Conclusión: ERC no se va a sumar al paseíllo del clan de los Heredia habitual. Y la CUP tampoco. La ANC va a enviar al segundo de a bordo de Dolors Feliu, el payaso Pesarrodona, aunque es muy capaz de hacer como suele y arrojarse al suelo entre gritos de dolor y a una distancia de tres metros del mosso d´esquadra más cercano (Feliu no está para perder el tiempo en pampringadas, pues se le está amotinando la tropa por lo de su lista cívica y además tiene que aguantar a uno que se pegó un morrón en Lledoners de noche, mientras buscaba un rincón tranquilo para mear, y que le reclama a la ANC algo más de 20.000 euros en concepto de daños y perjuicios, ya que no se veía una mierda, la vejiga necesitaba un respiro y el hombre pisó donde no debía y se dio una tremenda costalada cuyas secuelas, según él, sufre aún hoy, cuando han pasado meses de los indultos a los mandamases del prusés y por Lledoners ya no se acerca ni Joan Bonanit). Òmnium, por su parte, se encuentra, a la hora de escribir estas líneas, decidiendo si debe enviar a alguien al aquelarre borrasiano o si más vale no dejarse ver en su compañía. Y hasta en su propio partido se echa a faltar algo más de entusiasmo a la hora de solidarizarse con ella: no esperen a Xavier Trias, que está basando toda su campaña para las elecciones municipales en que no tiene nada que ver con Junts x Cat, cuyas siglas evita convenientemente en sus actos públicos.

A todas estas tristes muestras de falta de empatía con la Geganta del Pi hay que añadir la sucia jugarreta de su partner in crime, ese tal Isaías Herrero que, no contento con lucrarse gracias a ella, ahora le está echando la culpa de todo para ver si le rebajan la condena que le pueda caer. Realmente, lo de este hombre es de una desfachatez colosal: puede que Borràs le echara una manita para lucrarse, pero la pasta se la llevó él y no es de recibo apuntarse ahora al Si te he visto no me acuerdo: ¿qué se hizo de la legendaria honradez entre (presuntos) ladrones?

Pintan bastos para Laura Borràs. Sus intentos de disfrazarse de heroína del prusés no han colado ni entre sus camaradas de aventuras independentistas. El ingrato Isaías la está vendiendo para intentar esquivar el talego o, por lo menos, reducir el número de años a la sombra. Los demás partidos y asociaciones indepes pasan de ella mientras en su propio grupo político, básicamente, se silba y se mira hacia otro lado. La fiscalía le pide cárcel e inhabilitación, y le caiga lo que le caiga, no va a haber grandes protestas en el inframundo lazi. Francamente, no me gustaría estar en sus zapatos. Más que nada porque me vendrían grandes e igual me torcía un tobillo por culpa de los tacones, lo cual me obligaría a recurrir al lesionado de Lledoners para que me aconsejara lo que tendría que hacer para demandar a Junts x Puchi y sacarles los cuartos.