Cada año, por estas fechas, TV3 anuncia a bombo y platillo su nueva programación para el curso que empieza. Bueno, lo de nueva es un decir, pues cuesta lo suyo distinguirla de la vieja, aunque los vídeos promocionales pretendan dar la impresión de que se le ha dado al invento una muy necesaria capa de chapa y pintura (es muy triste, por cierto, ver a los profesionales de la casa prestándose a la pantomima, haciendo gracias sin la menor gracia y poniendo cara de que son casi tan felices como los espectadores a los que dedican sus mejores esfuerzos).

El lema de este año para la presentación de la novísima y sorprendente programación es Te estábamos esperando, que, no sé a ustedes, pero a mí me suena ligeramente a amenaza, a una fórmula verbal que está a un paso de ¿Creías que te habías librado de nosotros? o Ahora sí que te vas a enterar de lo que vale un peine.

Y las novedades, como les decía, no se aprecian por ninguna parte: ahí sigue Eufòria, para alegría de todos los cantantes de karaoke de la Cataluña profunda; prosigue Quim Masferrer con sus visitas a pueblos carentes del más mínimo interés para decirles a sus habitantes que son muy buena gente y viven, prácticamente, en el centro del universo; ahí está de nuevo Toni Soler con su humor tan ecuánime como inteligente; sobre los informativos, ni una palabra, pero yo, por si acaso, me trago los nuevos Telenotícies para ver si algún día me informan de que hay un comité de la ONU que recibe jugosas aportaciones de dinero público a cargo de la Generalitat para que emita resoluciones favorables a nuestros más conspicuos procesistas. Si alguien creyó que con el cierre fulminante del FAQS se iban a acabar la manipulación periodística y el silencio sobre asuntos vidriosos, le informo de que todo sigue como de costumbre.

Cuando lo del FAQS, el director interino de la casa, confirmado después tras un concurso abierto a todo el mundo en el que se llegó a la conclusión de que ya se apañaban con él, dijo que pensaba priorizar el entretenimiento sobre la política, pero no da la impresión de que tal cosa vaya a suceder. A lo sumo, se contratará a algún nuevo humorista lazi para que comprobemos que no habíamos tocado fondo todavía con Jair Domínguez y el rupestre Peyu (creo que este año le toca a un tal Joel Nosequé con el que, sin duda, nos vamos a mear de risa, si no ustedes y yo, sí el target natural de TV3, que son las yayas del medio rural, los garrulos de provincias y los independentistas de boquilla que tanto abundan desde la aplicación del 155 y que suelen vomitar su frustración en las redes sociales).

En realidad, no hay ningún desdoro en no cambiar nada. Es lo que hacen Antena 3 y Tele 5, pero estos canales, por lo menos, nos ahorran las falsas promesas y todos damos por hecho que para el nuevo curso nos ofrecerán las basurillas de costumbre. Que es lo mismo que hace TV3, pero aparentando que ha puesto patas arriba la programación para hacernos más felices de lo que ya nos hace. A fin de cuentas, es comprensible que nada sustancial cambie en la nostra, pues su parroquia no le perdonaría según qué traiciones (aunque cueste creerlo, hay un sector del lazismo que considera los medios de agitación y propaganda del régimen como la quinta columna del nacionalismo español).

Partiendo de esa premisa (que la televisión pública catalana la pagamos todos, pero solo va dirigida a menos de la mitad de la población), es normal que, citando a Julio Iglesias, la vida siga igual en Sant Joan Despí. Lo que más me revienta es que pretendan aparentar que se han estrujado el magín durante todo el verano para darnos en la rentrée la bienvenida que nos merecemos. Y que, encima, lo hagan con unos anuncios tontilocos, muy en la línea de los de La Grossa (para mí que los concibe la misma agencia), en los que el churroso star system local finge un entusiasmo, una alegría y una voluntad de servicio que solo debe experimentar cuando se le ingresa la nómina.

Todos sabemos perfectamente para qué sirve TV3. A unos les encanta. A otros les parece que se queda corta en su política de nation building. La mitad de los catalanes no la vemos casi nunca, aunque la paguemos de nuestro bolsillo. Que el régimen siga haciendo lo que quiera con ella, pero, por favor, que no pretenda hacernos creer que la renueva cada mes de septiembre. ¿Que nos estaban esperando? Tengo la impresión de que a mí no.