Era de prever. Lo mismo les sucedió a sus dos antecesores, puestos a dedo, como él. Quim Torra se nos ha venido arriba y le ha lanzado un ultimátum a Pedro Sánchez: o referéndum para la independencia o le retira el apoyo parlamentario en Madrid y hala, a convocar elecciones. Lo ha hecho sin consultarlo con nadie del PDeCAT --partido en el que no milita-- ni de ERC --partido en el que tampoco, pues él solo obedece al pueblo catalán y, de momento, ya veremos hasta cuándo, a Puchi, que es quien lo rescató de entre las ruinas del Born--. Debe haber algo en el cargo presidencial que te lleva a pasar olímpicamente del que te colocó con su dedazo y a tomar decisiones sin encomendarte a Dios o a Satanás. Hasta Rufián, que no es precisamente Albert Einstein, ha dicho que las amenazas las carga el diablo (y el diablo es Ciudadanos, según ha especificado).

La sorpresa en el PDeCAT y en ERC ha sido mayúscula. Se estaba por la labor, claro está, de chinchar, pero nada de fechas concretas para cumplir amenazas no menos concretas. Por otra parte, el becario parece ignorar que en este mundo no amenaza quien quiere, sino quien puede. De ahí la respuesta del Gobierno español, que ha venido a decirle de manera amable que, por ellos, como si se opera. No sé muy bien qué ha pretendido Torra con esta machada intempestiva. Desde Madrid --y desde el PSC-- ya le han dicho que no hace falta esperar a noviembre, que el no ya lo tiene. Y si quiere provocar nuevas elecciones en España, ¿con qué objetivo? El PSOE tiene ahora mismo unas expectativas electorales muy positivas. Unos nuevos comicios podrían arrojar un resultado muy parecido al actual: el PSOE templando gaitas y el PP y Ciudadanos exigiendo un 155 permanente. Gane quien gane las elecciones en España, nadie va a autorizar un referéndum de independencia, un concepto sencillo que hasta alguien como el señor de la ratafía puede entender.

Dice Torra que, si no consigue la independencia de la patria, se irá a su casa. ¿Es otra amenaza? ¿O nos quiere hacer felices a más de la mitad de los catalanes? Como en el caso de la amenaza con fecha de caducidad en noviembre, esta advertencia también se la puede meter por donde le quepa y jubilarse ahora mismo, dado que la tarea asumida le supera (a él y a cualquiera). De momento, eso sí, ya ha conseguido cabrear al beato Junqueras y a medio PDeCAT. A los indepes no les convienen unas elecciones a la voz de ya porque están a la greña unos con otros y la ansiada unidad de acción no se vislumbra por ninguna parte: las huestes soberanistas son ahora mismo un totum revolutum que engloba a los posibilistas de ERC y el PDeCAT, a los descerebrados de la CUP (con Arran, el departamento dedicado a la delincuencia juvenil), a los hooligans de los CDR y al club de fans de Puchi, que se considera por encima de las demás facciones y solo cree en su caudillo providencial. Lo que viene siendo un lío de cojones, si se me permite la grosería.

En ese contexto manicomial, Chis Torra plantea un ultimátum ridículo, amenaza con irse a casa como si eso fuese una pérdida irreparable para la catalana tierra y sigue el ejemplo de sus antecesores: ya solo le falta pintarse la cara de negro y decir que es Martin Luther King. Y todo eso sin haber podido acceder a un despacho decente porque Puchi no quiere que le ensucie el suyo, lo cual tiene su mérito. Si aguanta el tirón, puede que disfrutemos de nuevas propuestas euforizantes en los días por venir. Propuestas de esas que cada vez lo alejan más de la realidad, pero que lo van acercando a Estremera (o Lledoners, si prefiere morirse de asco cerca de casa). Desde aquí te lo pido, Chis Torra, por el bien de todos, por la gloria de tu madre, ¡derrótate ya!