El columnismo procesista en masa lleva días haciendo chistes (malos) a costa de Cayetana Álvarez de Toledo, a la que presentan como una pija insustancial que trata a todo el mundo como si fuera el servicio y cuyo cerebro es similar al de un zapato (de Christian Louboutin, Manolo Blahnik o Jimmy Choo, pero zapato a la postre). Cuando ya se habían acostumbrado --a la fuerza ahorcan-- a la molesta presencia de Inés Arrimadas, les envían desde Madrid a la marquesa de Casa Fuerte, a la que tildan de paracaidista, y los creyentes de turno la tratan como a aquella compañera de la Academia Granés que les ponía por súper pija y a la que despreciaban porque no había nada que rascar. Los tópicos van muy bien para la política, así que a Cayetana --dado su aspecto señorial y su displicencia con los nacionalistas-- se la presenta como la versión pepera de la rubia tonta de toda la vida y aquí paz y después gloria. Hay también algo de machismo nostrat en el tratamiento, pero como está al servicio de la causa, pues no pasa nada.

Servidor compartió mesa y mantel hace un tiempo con la señora marquesa y les aseguro que no es ningún zapato. Es una mujer de derechas y de orden --ni ella misma lo niega--, y puede que su condición aristocrática la predisponga a veces a mostrarse un pelín sobrada, pero también es una persona que ha pasado por la universidad, que ha leído lo suyo y que está en posesión de una capacidad dialéctica muy notable: nada que ver con Santiago Abascal, que le haces una pregunta sobre el futuro de las pensiones y te contesta que viva España manque pierda y que qué grande era Don Pelayo. Conozco también a su segundo de a bordo por Barcelona, Joan López Alegre, alias el català tranquil, y me parece un tipo dotado de un gran sentido del humor que nunca dice ninguna tontería y que ha desarrollado una dignísima carrera de torracollons en los medios de agitación y propaganda del régimen, llegando a sacar de quicio a Pilar Rahola, ¡y sin levantar la voz!

Si me rigiera exclusivamente por la simpatía personal, yo podría votar a estos dos en las inminentes elecciones. No lo haré porque me aterra contribuir, aunque sea mínimamente, a que Pablo Casado llegue a presidente de la nación: me parece un alumno no muy aventajado de Aznar --un tipo insufrible, pero carismático-- y un bocazas que retuerce la realidad de forma chapucera hasta que coincide con lo que le conviene; y si hay que mentir, se miente y se asegura que Pedro Sánchez es un separatista peligrosísimo que se desplaza en Falcon a Santa Coloma para irse de copas con Rufián y quemar fotos del rey cuando ya van hasta arriba de calimocho. Lo de la simpatía personal, de momento, me lo guardaré para el alcaldable Valls, el aspirante a senador socialista Manuel Cruz y el incombustible Josep Borrell.

En cuanto a los columnistas del prusés, pueden seguir haciendo sus chistecitos sobre lo boba y pija que es Cayetana Álvarez de Toledo. Todo menos asumir que la señora marquesa les irrita profundamente cada vez que les canta las cuarenta y reconocer que no le aguantarían ni dos rounds en un combate dialéctico. A Cayetana se la puede detestar por ser de derechas, aristócrata y unionista, pero de tonta no tiene un pelo y el PP sería un partido mucho más digno con menos corruptos y más gente como ella (y el català tranquil).