Pere Aragonès lo ha podido decir más alto, pero no más claro: si Laura Borràs militara en ERC, se la obligaría a dimitir de su cargo de presidenta del Parlamento catalán por las graves acusaciones que penden sobre ella acerca de los contratos fraccionados de la ILC que favorecieron a un amigo suyo que, para acabarlo de arreglar, es un viejo conocido de la policía por sus actividades como camello y distribuidor de billetes falsos.

Aragonès será todo lo lazi que ustedes quieran, pero no es tonto del todo y sabe distinguir un ataque al independentismo de la aplicación de la justicia pura y dura. Y algo parecido sucede en la CUP, donde, pese a no ser unas lumbreras, también tienen claras las diferencias entre los delitos patrióticos y los comunes. Pero Laura sigue ajena a las muy verosímiles acusaciones que se ciernen sobre ella y continúa presentándose como una víctima de la represión española sobre el independentismo, consiguiendo que haya incluso quien le dé la razón, como demuestra ese manifiesto de apoyo al que se han apuntado 8.000 fanáticos que, al parecer, consideran que la corrupción es disculpable cuando afecta a uno de los suyos.

Laura Borràs, mientras tanto, lo sigue negando todo. En el último FAQS se las tuvo con una periodista que le hacía preguntas comprometedoras (y que ya ha sido puesta de vuelta y media por su club de fans). Mientras insiste en su inocencia, aporta ideas que puedan echarle una manita en la situación en que se encuentra. Por ejemplo, eliminar esa norma del reglamento que obliga a dimitir cuando estás a punto de sentarte en el banquillo. Y tampoco está nada mal lo de pedir un jurado popular para decidir sobre sus asuntillos con el bueno de Isaías: le ha faltado añadir que los miembros de ese jurado deben ser todos votantes de Junts x Cat, pero se sobreentiende. Se trata de retorcer las normas de tal manera que todo la beneficie. Y deben faltar minutos para que a Aragonès le caigan el sambenito de botifler y las acusaciones de colaboracionismo con el Estado opresor.

Personalmente, encuentro que lo más ofensivo de todo este clusterfuck es lo del manifiesto de apoyo a la presunta corrupta. Que ella lo niegue todo (pese a lo abrumador de las pruebas en su contra y la dudosa catadura moral de su compinche), quiera cargarse una norma que no la beneficia en absoluto y aspire a disponer de los servicios de un jurado compuesto exclusivamente por convergentes entra dentro de lo normal, aunque revele una jeta considerable.

Pero que haya 8.000 seres más o menos humanos que se ponen de su parte porque es de los suyos y se la sopla la administración de justicia, ya resulta francamente indignante. A esa gente le importa un rábano la verdad, que son capaces de retorcer hasta fabricar a su costa una versión que les convenga. No llegan ni a la altura moral de los que gritan "viva el Betis manque pierda", y se sitúan peligrosamente cerca de esos extremistas norteamericanos cuyo lema es "My country right or wrong". Laura es de los suyos y hay que defenderla porque no ha hecho nada moralmente punible o, si lo ha hecho, bien hecho está, pues para algo es la gran esperanza del lazismo pro Puchi.

La relación entre Junts y ERC, que nunca ha sido gran cosa, se la puede cargar de manera definitiva e irreversible la señora Borràs con su absurda actitud numantina. Por mí, como si ambos partidos se matan entre ellos, pero no sé yo si en el estado lamentable en que se encuentra la causa, es lo mejor que le puede pasar al lazismo.

Por una vez en su vida, Aragonès ha hablado claro y ha clavado un nuevo clavo en el ataúd de Borràs. Aunque solo sea para alargar la agonía del procesismo, La Geganta del pi debe dimitir. Ya luego, si eso, una vez la hayan inhabilitado, se le puede montar algún homenaje, ya sea con ella presente o en su ausencia, si ha acabado en el talego. Pero el lazismo desarbolado y moribundo no se puede permitir seguir contando con semejante muerto viviente: que alguien le pregunte urgentemente a Dalmases o Madaula si ya empieza a oler.