Dios aprieta, pero no ahoga. Cuando ya empezaba a perder la fe en los poderes redentores del sistema penitenciario español, he aquí que Oriol Junqueras me da una alegría y dice que lo del indulto no le parece tan mal (hasta hace poco insistía en que se lo metieran por donde les cupiese, que él no se conformaba con menos que la amnistía) y que lo de la unilateralidad más vale dejarlo correr por el momento. Todo parece indicar que la terapia carcelaria ha acabado por funcionar y que el beato Junqueras se ha dado cuenta, ¡por fin!, de cómo se las gasta el estado cuando se le desafía y se pierde la batalla. No descarto que esto sea, además, el primer paso para el abandono de la política; entre otros motivos, porque la inhabilitación no se la quita nadie, por mucho que lo indulten, y se va a tirar un tiempecito sin poder aspirar a cargo público alguno. En tales circunstancias, la más elemental prudencia aconseja desdecirse de las bravuconadas del pasado, regresar al pueblo a ver crecer a sus hijos y no volver a meterse en líos. Ahora, la pregunta es, ¿cómo se van a tomar la redención del beato Junqueras los demás independentistas? Teniendo en cuenta que su actitud le acerca bastante a la del terrorista arrepentido, es muy probable que se le reboten y lo desautoricen algunos de sus compañeros de aventuras.

Por parte de su partido, ERC, no creo que haya mucho que temer. Todos sabemos que el niño barbudo que preside la Generalitat habla por hablar cuando dice que le va a plantear muy seriamente a Sánchez lo del referéndum para la autodeterminación y lo de los (supuestos) exiliados políticos (que no son de su cuadrilla y, por consiguiente, que los zurzan, sobre todo a Comín, que cambia de partido como de camisa). Si consiguiera imponerse a su síndrome de Estocolmo y dejar de prestar atención a lo que puedan decir personajes tan ridículos y parasitarios como Elisenda Paluzie, mandamás de la ANC, y Marcel Mauri, baranda en jefe de Òmnium, Aragonès podría empezar a hablar claro y a reconocer que su partido se conforma con una autonomía mejorada que no ponga en riesgo a nadie de acabar en el trullo. Evidentemente, si lo hace, los irredentos que ahora anidan en lo que queda de Convergència me lo van a señalar con el dedo por traidor y le van a hacer la vida imposible, pero ya se sabe que para hacer una tortilla siempre hay que partirle los huevos a alguien y que él, a diferencia del sumiso Quim Torra, nunca juró fidelidad eterna al presidente (supuestamente) legítimo que se dio el piro en el maletero de un coche cuando empezaron a pintar bastos. ¡Ánimo, señor Aragonès, cuanto antes vuelva al mundo real, antes podrá plantearse la mejor manera de gobernar esta región española llena de gente sensata y trabajadora! Piense que si Puigdemont insiste en sus quimeras es porque vive instalado en la ficción del caudillo providencial y exiliado y que, si se baja del burro, no le queda nada para justificar su presencia en la tierra. Usted, por el contrario, tiene un trabajo y una vida reales, solo le falta un pequeño esfuerzo para tomarse ambas cosas en serio. Total, ¿a quién le importa lo que diga un tío de Girona que no pinta nada en Cataluña, en España y en Europa?

Por lo que respecta a la pareja de augustos Paluzie & Mauri, ¿no cree que ya va siendo hora de prescindir de las sectas que pretenden controlarle? Fíjese que a Joe Biden cada vez le entra más por una oreja y le sale por la otra lo que diga la Asociación Nacional del Rifle: a esos colectivos molestos hay que ponerlos en su sitio, estimado presidente. Eso sí, la bronca de Cuixart no se la va a quitar nadie ni a los de ERC en general ni al beato Junqueras en particular, así como los gruñidos de Rull, Turull y Tururull. Pero todos esos previsibles berrinches no afectan al meollo de la cuestión: Oriol Junqueras ha visto la luz entre rejas, luego el sistema penitenciario español ha demostrado su eficacia, algo de lo que nos alegramos (casi) todos los buenos ciudadanos. Espero con ansia las declaraciones del terrorista reciclado en abogado Gonzalo Boye asegurando que el beato ha dicho lo que ha dicho tras ser sometido a torturas, pues ya se sabe que no hay nada más parecido a Bielorrusia que España (así como las inevitables regañinas de la cesante Rahola y el delirante Cotarelo).