Puchi pone el cazo

Ramón de España
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Si hace unos días Ramon Tremosa, sicofante máximo del fugado Puigdemont, aseguraba que éste era un líder mundial solo comparable con el Papa, Donald Trump y el Dalai Lama, ahora es Julia Taurinyà, delegada en Perpiñán del Consell per a la República (ruinosa entelequia puesta en marcha por el comando Waterloo), la que dice que Puchi en el exilio belga es como el general De Gaulle cuando estaba en Londres (lo cual convierte al besugo de Torra en el mariscal Petain, si seguimos con las metáforas). Es evidente que Tremosa y Taurinyà viven del prusés, pero nadie les obliga a sobreactuar, especialmente cuando su ídolo no pasa por sus mejores momentos.

Puchi ha dejado de intentar que lo acepten Los Verdes en el parlamento europeo porque se ha visto venir una respuesta a lo Héctor Lavoe (“No te vistas, que no vas”) o a lo Walter Torrebruno (“¿Voy contigo? No, tú no”). A los Verdes solo les ha faltado exhibir una pancarta que pusiera “¡Quita, bicho!”, así que el ilustre fugitivo lo ha dejado correr. Paralelamente, el Tribunal de Cuentas le ha presentado una factura por cuatro millones de euros despilfarrados cuando la independencia, y si no los abona en quince días, el parlamento europeo puede embargarle el sueldo que le regala y que es como arrojar margaritas a los cerdos. Por no hablar de que el embargo se extiende a las propiedades del fugitivo, como le podría explicar Artur Mas basándose en su propia experiencia.

Tal como está el patio, Puchi se convierte en la Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo y se da cuenta de que solo depende de la bondad de los extraños. Hay que recurrir a la Caja de Resistencia; es decir, a pasar la gorra como ya hizo Mas, confiando en que el indepe medio vuelva a quedarse sin comer para financiarle la vida padre que se pega en Bélgica.

De momento, el indepe medio se ha despachado a gusto en las redes, afirmando que ya está harto de que lo sablee una gente que gana mucha más pasta que él y que a cambio del óbolo, ni independencia ni nada de nada. Puchi ya se estrelló con el Consell de la República, del que te podías hacer socio (o del club de fans, no sé) por la módica suma de diez euros (a cambio de los cuales, Puchi no te daba ni las gracias). Como Roberto Carlos, nuestro héroe quería tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar, pero se tuvo que conformar con menos de 60.000: empezaban a pintar bastos para el sablazo patriótico.

El de ahora llega en mal momento, con la bronca entre Torra y Torrent y el anuncio de nuevas elecciones. Me temo que Puchi se la empieza a pelar hasta a los indepes más recalcitrantes, que no saben muy bien qué hace por Cataluña desde su mansión de Waterloo, aparte de pasar el platillo. Por no hablar de que la transparencia es nula en la Caja de Resistencia y nadie sabe exactamente a donde van a parar los monises de los buenos catalanes. Con el Consell de marras, Puchi intentó soplarles diez millones de euros a sus compatriotas, pero se tuvo que conformar con algo más de medio que no se sabe en qué fue invertido.

Ahora se conforma con cuatro milloncejos de nada, pero ha pillado a sus patrocinadores un poco hartos ya de sus trapisondas. Pasar de líder mundial (o de émulo del general De Gaulle) a sablista profesional de un día para otro no debe de sentar muy bien, pero eso es lo que hay. Ya sé que es muy triste tener que pedir, aunque más duro es aún tener que robar, pero me consuela pensar que Puchi, en su situación actual, no puede robar ni queriendo, una actividad en la que su partido siempre ha brillado con luz propia.

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¿Quién es... Ramón de España?
Ramón de España

Ramón de España (Barcelona, 1956). Autor de nueve novelas y una docena de ensayos, ascendió de las covachas del underground (Disco Exprés, Star, a finales de los 70) hasta los palacios del 'mainstream' (El País, donde colaboró ampliamente en los 90). Actualmente ejerce de columnista habitual en El Periódico de Catalunya y el semanario Interviú. Escribió y dirigió un largometraje en 2004, 'Haz conmigo lo que quieras', y aunque lo nominaron a los Goya, esta sociedad hostil no le ha dejado volver a ponerse detrás de una cámara (pero él insiste). Sus recientes ensayos sobre el 'prusés' y sus circunstancias, El manicomio catalán (2013) y El derecho a delirar (2015), lo han convertido en un personaje de referencia de la disidencia irónica.

 

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