Prosigue la liberación de Cataluña, pueblo a pueblo, emprendida por los animosos muchachos de Desobediència Civil Catalunya, quienes, por arte de magia, convierten poblaciones teóricamente españolas en lugares pertenecientes a la república catalana (esa que no existe, idiota, pero a ellos les da igual).

Empezaron por Amer, territorio sagrado porque allí nació el mesías de Waterloo; siguieron con Bàscara y ahora le ha tocado el turno a un pueblo de la provincia de Barcelona, Sant Esteve de Palautordera. A lo tonto, a lo tonto (e, incluso, a lo muy tonto), ya han liberado tres poblaciones catalanas del yugo español, y algo me dice que la campaña triunfal continuará, entre otras cosas porque la supuesta liberación consiste en un jolgorio popular (con mensaje) que carece de la menor consecuencia práctica.

Desobediència Civil Catalunya aparenta liberar un territorio, el territorio hace como que se lo cree y todo continúa exactamente como estaba, aunque los liberadores se sientan como Leonard Cohen cuando cantaba aquello tan sugerente de First we take Manhattan, then we take Berlin.

¿Y en qué consisten esas liberaciones?, puede preguntarse el amable lector, pasmado una vez más ante la tontería manifiesta de quienes protagonizan la agonía del procesismo. Ahora se lo cuento, por lo menos lo de Sant Esteve de Palautordera, que no tengo a mano la trascendental información sobre la liberación de Amer y Bàscara (aunque me supongo que debió ser parecida a la más reciente). La liberación de Sant Esteve de Palautordera se desarrolló, más o menos, de esta manera:

1. Pasacalle popular.

2. Lectura de manifiesto ad hoc.

3. Baile de homenaje (aunque no queda claro a qué).

4. Debate constituyente (con la participación de Lluís Llach, convertido definitivamente en el Abuelo Cebolleta del prusés).

5. Almuerzo popular.

6. Segundo peasso de debate de tan gloriosa jornada (con la presencia de Elisenda Paluzie y Josep Costa, campeones del humor, la amenidad y el buen rollo).

7. Cena de fiambrera.

8. Homenaje a las represaliadas (los represaliados, si eso, los dejamos para otro día).

9. Concierto (no se sabe a cargo de quién).

10. Fin de fiesta animado por Mauri DJ, que debe ser la versión nostrada de David Guetta.

Y con estos diez sencillos y nutritivos pasos, ¡zas!, ya se ha liberado del yugo español a Sant Esteve de Palautordera. ¡A otra cosa, mariposa! O, como decía el Mr. Natural de los cómics de Robert Crumb, “¡Otro trabajo bien hecho!” (después de no haber hecho absolutamente nada, pues el personaje se dedicaba básicamente a la meditación trascendental).

Eso sí, antes de abandonar el lugar, los emprendedores muchachos de Desobediència Civil Catalunya montaron una especie de aduana donde expedían pasaportes de pegolete y redactaron un bando en el que se prohibía la entrada al pueblo de las fuerzas de ocupación españolas. Y ahora, a por el próximo villorrio, siempre en busca de nuevas aventuras...

Como enfatizar la imbecilidad de todo este asunto sería como tomar por tonto al lector de Crónica Global, creo que no hace falta añadir nada más a lo descrito hasta ahora. Así se divierten algunos mientras la causa se va muriendo de asco y aburrimiento. Y, de hecho, las actividades de Desobediència Civil Catalunya tampoco se diferencian tanto de las del gobiernillo catalán: ambas pandillas hacen como que la lucha continúa y que la independencia no está tan lejos como creen algunos derrotistas.

Y al cerúleo Llach, por su parte, le da un poco el aire, se entretiene, se distrae y, con un poco de suerte, se olvida de cumplir esa fatwa que nos lanzó hace unos días sobre su posible regreso esporádico a los escenarios. Hazme caso, Lluís, donde esté un buen debate constituyente (lo más lejos posible de mi Eixample querido), que se quite lo de volver a dar a chapa con L'estaca. No se puede estar a todo, compañero. O a setas o a Rolex, que decía el chiste de los vascos.