A Carles Puigdemont, el gran emmerdeur de la política europea contemporánea, le acaban de dar con la puerta en las narices en Canadá, a donde se dirigía para reunirse con los separatistas del Quebec y así incordiar un poco al gobierno de Justin Trudeau, quien, con muy buen criterio, ha decidido librarse por vía judicial de la visita de tan molesto y ridículo personaje. No te vistas, que no vas, le decía en una de sus canciones el gran Héctor Lavoe a una amante que lo tenía hasta el gorro, y a Puchi le ha llegado un mensaje parecido desde Canadá: a molestar a otra parte, pelmazo.

Menos mal que el hombre del maletero es incansable y ya ha reaccionado anunciando la próxima inauguración en el Born barcelonés, al ladito del Fossar de les Moreres, de una delegación de su Casa de la República financiada por fondos europeos: la tontería española, que echa de comer a gente empeñada en destruir España, se ha contagiado a Europa, de donde saldrá el dinero para que Puchi pueda comunicarse con sus leales, aunque sea de manera telemática: cualquiera tendrá acceso a su oficina en el Born y disfrutará del privilegio de seguir en una pantalla las apasionantes intervenciones en el parlamento europeo de Puigdemont, Comín y Ponsatí. No se sabe aún qué otros entretenimientos estarán a disposición del lazi medio, pero yo no descartaría alguna actuación de Valtonyc, acompañado por el piano arrobador del inefable Comín. La verdad es que, para no ser nadie y no pintar nada, Puchi se las apaña muy bien para darse importancia.

Hasta ahora, se conformaba con una oficina en Barcelona al frente de la cual está el conspirador Alay, el hombre que negocia la independencia de Cataluña con los rusos (exceptuando el sector mafioso, que se lo deja a Gonzalo Boye porque en esos ambientes el calvorota se mueve como pez en el agua). No se entiende muy bien para qué necesita una oficina un ex presidente de la Generalitat que, además, está huido de la justicia, pero como tampoco se entienden las oficinas de Montilla, Mas o Torra, pues supongo que da igual y, además, como todo el mundo sabe, en Cataluña nos sobra el dinero. Pero, además de la covachuela de Alay, ahora nuestro hombre va a disponer de otra sede desde la que seguir haciendo la puñeta a España, al gobierno de la Generalitat y a quien haga falta con tal de seguir haciéndose la ilusión de que existe y es relevante.

Algo me dice que Pere Aragonès no va a acoger con mucho entusiasmo la nueva embajadita barcelonesa del Consejo por la República. El hombre, eso sí, ya está acostumbrado a que sus socios de gobierno le amarguen la existencia: se ha comprobado de nuevo estos días, durante el debate de política general, en el que Junts x No Sé Qué y la CUP están sumando esfuerzos para jorobarle con sus ideas peregrinas sobre nuevos referéndums e inevitables confrontaciones con el estado represor (teniendo en cuenta cómo acabó el primer intento de independencia unilateral, ¿lo de Batet y Riera no será simplemente estupidez pura y dura?). Pero ahora, aunque sea por Skype, el niño barbudo va a tener a Puchi en directo desde el Born para sumarse al deterioro de su presidencia, en lo que a mí se me antoja un claro incremento de las hostilidades. A este ritmo, el cochambroso gobiernillo de coalición no va a durar mucho. Y Aragonès tendrá su parte de culpa, por pusilánime, por creerse la supuesta legitimidad de su némesis (ir a Cerdeña a rendirle pleitesía es lo peor que podría haber hecho) y por hacer como que cree en cosas en las que no cree, como la amnistía, el nuevo referéndum y la declaración de independencia durante su, digamos, mandato.

A Puchi no hay que tenerle ningún respeto y hay que tratarle a la canadiense. Hasta que no llegue a esa conclusión, el pobre patufet de Pineda no dejará de ser un presidentillo de estar por casa. Y tampoco lo tendría tan difícil para sobrevivir en solitario, ya que los templagaitas del PSC seguro que le ofrecerían apoyo externo a cambio de que le riera mínimamente las gracias a Pedro Sánchez (aprobación de presupuestos, reuniones absurdas de la Mesa de Diálogo, etc.). Hasta Batet, que es lo más zote que hay en el ámbito post convergente desde que desapareció aquel Pujol al que perseguía un agente del CNI en patinete (o algo parecido), ha tenido el cuajo de decirle durante el debate de política general que el presidente legítimo de Cataluña es Puigdemont y que un día volverá (aunque no ha especificado de qué siglo).

¡Se te están choteando, chiquitín, haz algo! O húndete: la verdad es que a muchos nos da lo mismo.