Manicomio catalán

Molinero versus Rufián

13 abril, 2016 00:00

Hace unos días, en Vilafranca del Penedés, Gabriel Rufián declaró inaugurada la República catalana, pero no le hemos hecho el menor caso y seguimos todos instalados tan ricamente en una comunidad autónoma del Reino de España. Me pregunto qué pensará Justo Molinero de esta nueva salida de pata de banco del bueno de Rufi, al que ya tildó de "gilipollas" hace unas semanas y por el que parece sentir una tirria considerable: está en juego el liderazgo del charna power, y a Justo no lo veo nada dispuesto a permitir que se lo arrebate un advenedizo que, además, no anda muy sobrado de luces.

Visto desde fuera, el duelo apunta a una victoria de Molinero, que siempre ha sido un arribista, sí, igual que Rufi, pero que también es un hábil empresario que ha sabido construirse un modesto imperio de la comunicación, mientras que al otro, si lo echan de ERC, no tiene donde caerse muerto.

El maestro Molinero nunca se hizo independentista porque sabía que la paciencia de sus oyentes tenía un límite, pero el alumno Rufián es lo primero que ha hecho como profesional del medro

Joan Tardà insiste en que Rufi es como un hijo para él, pero el auténtico padre espiritual del muchacho es, en realidad, Justo Molinero. El inmigrante y el hijo de la inmigración se parecen más de lo que creen; de ahí esa pugna entre iguales que tanto nos recuerda a la de Tita Cervera y su nuera. De la misma manera que las chicas de la CUP son hijas (o nietas) de los convergentes, Rufi es un modelo mal tuneado del Molinero taxista que se lo montó de miedo en Cataluña explotando la nostalgia de sus paisanos y coqueteando con el poder nacionalista, que a cambio de su rol de moro bueno para el caudillo Pujol, le concedió todo tipo de prebendas, aparte de escogerle como intérprete ideal entre los catalanes de pro y la infame charnegada con la que, lamentablemente, había que contemporizar.

El maestro Molinero nunca se hizo independentista porque sabía que la paciencia de sus oyentes tenía un límite, pero el alumno Rufián es lo primero que ha hecho como profesional del medro. Una nueva generación de trepas exige una nueva manera de trepar, saltándose pasos y etapas, yendo al grano y echándole al asunto una jeta que sus mayores nunca tuvieron el valor de impostar. Justo fue el charnego de referencia durante la Transición y años posteriores, pero ahora los nacionalistas me lo ningunean y hasta le chapan el canal de televisión, aunque entre sevillana y salve rociera, el hombre siempre colaba algún clip de Brams o Els Pets. El problema está en que el nuevo modelo de arribista charnego es mucho peor que el viejo, y cuando en ERC vean que Rufi no rasca un voto en territorio hostil, igual lo echan.

Si pintan bastos, Justo siempre puede hacerse fuerte en su estudio y seguir sorteando cuchillos jamoneros, pero... ¿qué será de Rufi cuando hasta su falso padre Tardà se dé cuenta de que no sirve para nada?