¿Será verdad que Pedro Sánchez ha enviado emisarios a Waterloo para proponerle a Carles Puigdemont una solución no diré digna, pero sí mínimamente razonable para los intereses de ambos? El Gobierno lo niega, pero en caso de ser cierto, yo diría que solo se trataría de una entrega más de ese timo de la estampita en fascículos al que el ladino Sánchez lleva entregado desde hace tiempo con los procesistas. Después de una mesa de diálogo que solo sirve para perder el tiempo a dos bandas y de una reforma del delito de sedición para la que puede que no haya quorum en el Congreso (qué lástima, ¿verdad?), unas promesas falsas (o inexactas) a Puchi para que se baje del burro y se presente de una puñetera vez ante el Supremo resultan bastante verosímiles, ¿no les parece?

Ciertas o no, las supuestas ofertas de Sánchez a Puchi le han servido a este para sacar pecho, marcar paquete y escribir un nuevo capítulo de su ya cansino culebrón ¡Quanta dignitat! En su situación, uno tiene que agarrarse a lo que pueda para que no se olviden de él, especialmente si todo se reduce a lo de siempre: ponerse farruco a lo Miguel Ligero en Nobleza baturra, hacerse el héroe insobornable e insistir en que la república catalana existe, pero lo único que falta es implementarla (¡como si fuera tan fácil!). El clan de Waterloo es muy dado a estas machadas que no entrañan ningún riesgo, pero siempre consiguen satisfacer a lo más cerril e inasequible al desaliento del lazismo: recordemos a Comín quedándose en el lado seguro de un puente porque en el otro podían detenerle o, más recientemente, a Ponsatí en el paso fronterizo de Banyuls, colándose unos metros en territorio español, pero con la vista clavada en lontananza por si aparecía un picoleto dispuesto a detenerla. Uno de los lemas de la alegre pandilla de Waterloo es, sin duda alguna, el célebre desafío infantil de La manga riega y aquí no llega.

Curiosamente, la respuesta más humillante al nuevo episodio de ¡Quanta dignitat! ha surgido de Cataluña. Concretamente, del nuevo consejero de Investigación y Universidades, el incombustible Quim Nadal, quien, en una entrevista en La 2, se ha quitado de encima a Puigdemont declarando que es un personaje del pasado que dice lo que dice porque no le queda más remedio, pero que no hay que tomárselo muy en serio. No es que lo haya manifestado exactamente con estas palabras, pero se le ha entendido todo y solo le ha faltado añadir que Puchi es un liante sin ningún futuro que se ve obligado a porfiar constantemente para hacerse la ilusión de que existe. Como no podía ser de otra manera, al señor Nadal se le ha echado encima la guardia pretoriana del Hombre del Maletero: su antecesora en el cargo, Gemma Geis, Lluís Llach, Pilar Rahola y puede que me deje a alguien más (he echado de menos el ataque de Alay, que hace unos días destacaba el importante encuentro al más alto nivel de su jefe con una enviada de la influyente república de Somalilandia: ¡lo que hay que hacer para justificar un cargo tan inútil como dirigir la oficina política de un político al que nadie tiene en cuenta para nada!). Como un solo hombre, los fans de Puchi se han abalanzado sobre el cachazudo Nadal y me lo han puesto de vuelta y media (Pues amarga la verdad, debo echarla de mi boca, que cantaba Paco Ibáñez).

Declaraciones bombásticas desde Flandes, poner un pie en territorio español y retirarlo antes de que aparezca la Guardia Civil, quedarse en el lado del puente en el que no hay peligro de arresto… Así son las valerosas acciones del Comando Waterloo. Es obvio que si quisieran liarla de verdad se dejarían detener por la policía española mientras Quim Torra –que ya tiene experiencia con los CDR en lo de Apreteu, apreteu— se encargaría de la agitación popular y entre todos pondrían en un brete a Pedro Sánchez, que no sabría muy bien qué hacer ante la posible respuesta hostil de los enemigos del Estado que lo mantienen en el sillón. Pero no se puede esperar nada parecido de una gente que solo piensa en si les retiran el cargo de parlamentario europeo o en si Bélgica se decide de una vez a devolverlos a España, aunque sea por obligación. De momento, deben pensar que con las explicaciones de Puchi y la manga riega y aquí no llega de Ponsatí ya han escrito el capítulo 1714 de su aburrido culebrón ¡Quanta dignitat!

A ver si el siguiente episodio es un poco más divertido, porque así no hay manera de levantar la serie. Si se la renuevan en Bruselas, lo que está por ver.