Manicomio catalán

Los que nunca dudan

29 junio, 2016 00:00

Ciertamente, resulta pasmoso que el PP, hundido hasta el cuello en la corrupción y el inmovilismo, haya sacado más escaños ahora que hace seis meses. ¡Si hasta han pillado uno más en Valencia, donde el capítulo local de la secta está desmantelado por latrocinio manifiesto! Y pensar que algunos ilusos creían que el episodio de la serie Las cloacas del Estado, protagonizado por el dúo Sacapuntas del PP, Fernández Díaz y De Alfonso, les iba a pasar factura! No, amigos, a los votantes del PP se la pela todo lo que no sea el partido de sus entretetelas. Y lamentablemente, no son los únicos.

A ERC no le ha ido nada mal en estas últimas elecciones. ¿Por qué? Pues porque a sus votantes les mueve la fe, no el conocimiento, y en eso son idénticos a los del PP

Los votantes nos dividimos en dos grandes grupos: los que nos pasamos la vida dudando y los que no dudan nunca porque les mueve la fe, el arribismo o algún otro sentimiento igual de fuerte. Mientras los primeros nos tiramos hasta el último día de la campaña pensando en si votar o si quedarnos en casa, los segundos tienen claro su voto desde el primer minuto. Los del PP son así. Pero no solo los del PP. ¿Qué me dicen de los de Esquerra Republicana? Después de la sesión de bondage económico que le aplicó Borrell a Junqueras en can Cuní --al Junqui solo le faltó echarse a llorar, aunque el hombro de su contrincante no fuese tan mullido como el de Mònica Terribas--, nadie en su sano juicio podía votar a semejante tarugo, alguien que ante cada nuevo sopapo de Borrell, farfullaba cosas modelo "No, si ya, pero es que a mí me hace ilusión la independencia", apelando a sus sagrados sentimientos en vez de mostrar algún conocimiento, por mínimo que fuese, del área que se le ha confiado en el Gobierno catalán.

Y sin embargo, a ERC no le ha ido nada mal en estas últimas elecciones. ¿Por qué? Pues porque a sus votantes les mueve la fe, no el conocimiento, y en eso son idénticos a los del PP: estamos ante dos colectivos irracionales cuya principal seña de identidad es el fanatismo. Y mientras tanto, lejos del nacionalismo (catalán o español, tanto da), la duda se enseñorea de las demás opciones políticas. Pablemos pierde más de un millón de votos porque mucha gente no se traga que se pueda ser bolivariano ayer y socialdemócrata hoy. A Rivera se le fuga la gente al PP y al PSOE porque, aparte de ser un muchacho muy pulcro, nadie sabe muy bien qué pretende. La izquierda y el centro están trufados de seres dubitativos como quien esto firma, mientras que la derecha española y catalana (incluyo al meapilas de Junqueras y sus seguidores) mantiene prietas las filas e impasible el ademán: sus candidatos podrían violar a un monaguillo en televisión, en horario de máxima audiencia, y les seguirían votando.