Aunque a veces no lo parezca, uno dispone de una gran voluntad de servicio a la comunidad. Por eso me metí la otra noche en Youtube y me tragué el documental de Eric Merola La estafa de Andorra, retirado de Amazon Prime por motivos que no acaban de estar muy claros. Supongo que han oído hablar de esta magna obra que parece financiada por la Caixa de Resistencia de la banda de Waterloo y que pretende mostrar la maldad del estado español en su inicua lucha contra el noble independentismo catalán a través del acoso y derribo de un banco andorrano, el BPA (Banca Privada de Andorra), contando para ello con la ayuda de la administración norteamericana (que no se atreve a atacar a poderosas instituciones internacionales dedicadas al blanqueo de dinero de origen más que turbio) y de la actitud pusilánime del gobierno andorrano, poco dispuesto en general a plantarle cara a España.

Para opinar sobre el asunto, el señor Merola ha reunido a lo mejor de cada casa soberanista (Artur Mas, Carles Puigdemont, Gonzalo Boye y unos cuantos indeseables más) y ha colado entre medio a dos desafectos al régimen (el reportero Carlos Quílez y Jaume Rexach, factótum de El triangle) con la intención, en absoluto lograda, de convertir su panfleto indepe en una genuina muestra de periodismo veraz y objetivo.

Según Merola, la ruina del BPA fue consecuencia del acoso de las cloacas del estado español a tan noble entidad, cuyos responsables nos son presentados como figuras angélicas víctimas de una conspiración endiablada por no haber proporcionado los datos que se les pedían sobre las cuentas chungas de la familia Pujol. Si hemos de hacer caso al señor Merola, en ese país de ladrones racistas que conceden la nacionalidad con cuentagotas para poder seguirse repartiendo el país entre los de siempre hasta el fin de los tiempos, hubo un banco, el BPA, que era lo más parecido a una ONG que jamás se haya visto en el mundo de las finanzas. Esa es la tesis de la obra durante la primera mitad, en la que las inconveniencias de Rexach --que explica de forma muy didáctica el sucio origen de muchas fortunas locales-- se justifican por un tono de aparente ecuanimidad que desaparece por completo a partir del minuto 45 de la cosa, cuando ésta se convierte en una defensa radical del independentismo catalán y una muestra de hostilidad más que notable hacia España, cuya democracia no es que se dude, si no que se niega directamente.

Estamos ante una historia de buenos (los indepes, con Puchi a la cabeza) y los malos (los españoles, con sus míticas cloacas al frente). Y entre unos y otros, unos seres de luz machacados por los poderosos que son todos los ejecutivos del BPA, víctimas propiciatorias de una lucha que les supera. En cualquier caso, aquí el BPA es una mera excusa para la propaganda independentista, que muestra la pugna entre la Cataluña soberanista y la España intolerante como la típica pelea a lo David y Goliat. En ningún momento se hace referencia al hecho de que la opción Puigdemont fuese minoritaria, pues interesadamente se confunde el chapucero golpe de estado de octubre del 17 con el deseo de todo un pueblo en el que no hay fisuras.

La estafa de Andorra hará las delicias del lazi medio porque confirma su paranoia y le reafirma en lo acertado de su peculiar relación con la realidad. Para quienes no formen parte del colectivo, este documental no es más que una aburrida muestra de agitación y propaganda que demuestra una vez más, eso sí, la habilidad de nuestros indepes para difundir su mensaje y convertir sus patrañas en la palabra del Señor. Ignoro si el director es un true believer del independentismo o alguien que se ha tragado la trola por estupidez o por dinero, pero si, a diferencia de quien esto escribe, no disponen de la necesaria voluntad de servicio a la comunidad, se pueden ahorrar tranquilamente el visionado de La estafa de Andorra.