Manicomio catalán

El senador Mikimoto

25 mayo, 2016 00:00

El inefable Quico Homs, ese estadista incomprendido, ha elegido a Miquel Calçada (antes Calzada) para encabezar la lista de (lo que queda de) su partido al Senado español en las próximas elecciones. Dice que el graciosillo paniaguado es un patriota y un referente, y no le falta razón: su condición de evasor de impuestos lo emparenta con su ídolo, Jordi Pujol, y lo consagra como auténtico convergente.

El señor Calçada (antes Calzada) daría más juego en el Congreso, donde podría integrarse en esa versión parlamentaria del Club de la Comedia Catalana que tan bien representan Tardà y Rufián

Al principio pensé que Quico quería rendir un oblicuo homenaje al emperador Calígula --que nombró senador a su caballo-- eligiendo lo más parecido que tenía a mano, dentro de la especie humana, al burro catalán. Pero la verdad es que el señor Calçada (antes Calzada) de burro no tiene ni un pelo, pues lleva viviendo a costa de la patria desde los lejanos tiempos de la transición, y no son pocos los chollos que le han caído hasta ahora, como el comisariado del tricentenario o todas esas emisoras de radio que el Régimen le ha ido otorgando a dedo desde hace años. En ese sentido, me cuesta considerar un chollo lo del Senado, sobre todo para alguien que aspiraba a presidir la Generalitat o, en su defecto, presentar el Telenotícies. Dadas las ambiciones políticas de Mikimoto, ¿no pretenderá Homs quitárselo de en medio al enviarle a vivir en la capital del Gran Satán, donde poco podrá hacer más allá de tomarse unas cañas con Montilla y quedar a comer con Mascarell para intercambiar información sobre sus respectivas maneras de medrar? ¿Y si ahora resulta que Quico, al que todos consideramos un zote, es en realidad el Maquiavelo de Taradell?

Todos sabemos que el Senado es una institución inútil a la que los partidos envían lo más tonto e inepto que tienen para que se ganen la vida de manera indigna, pero eficaz. El señor Calçada (antes Calzada) daría más juego en el Congreso, donde podría integrarse en esa versión parlamentaria del Club de la Comedia Catalana que tan bien representan Tardà y Rufián. Siendo, como es, un sujeto chulángano y más bien desagradable, Mikimoto se haría notar enseguida en el Congreso, mientras que en el Senado nadie reparará en su presencia y deberá limitarse a embolsarse una buena pasta por calentar un asiento.

O este hombre se ha echado una novia en Madrid o estamos ante un regalo envenenado del ladino Quico Homs.