Manicomio catalán

El caso Ballesta

9 marzo, 2016 00:00

Realmente, lo de Albert Ballesta es de traca. Tras llegar a alcalde de Girona vía dedazo, ahora se pilla un berrinche y se va a su casa... ¡tras solo dos meses en el cargo! Dos meses, eso sí, moviditos. Procedamos a enumerar algunos de sus logros: llegar a alcalde siendo el número 19 de la lista de Convergència; olvidarse de jurar el cargo y tener que repetir la performance; batallar sin tasa por ponerse un sueldo chachi; llegar a pactos de gobierno con enemigos de la Cataluña catalana del calibre del PSC y Ciutadans; asegurar que, pese al pacto, él sigue siendo de lo más soberanista que hay (Ciutadans se sale del pacto); andar a la greña permanentemente con los de ERC (parece que no veían con muy buenos ojos el sueldazo al que aspiraba nuestro hombre)... Honorable Cocomocho, ¡te has lucido!

Hay quien dice que se larga porque no ha conseguido trincar lo previsto y puede sacar más con otras ocupaciones. ¡Eso se avisa, hombre! ¿No debería haber hablado de pasta con Puigdemont antes de aceptar su encargo?

Y a usted, señor Ballesta, debo decirle que para esto de la política hay que tener un poco más de cuajo, hombre de Dios. Después de que te hayan nombrado a dedo, saltándote a los 18 mendas que tenías por encima, lo menos que puedes hacer es aguantar el tirón y dar la cara. ¿En qué situación me deja ahora a su amigo Puigdemont? El hombre se salta todo lo saltable para colocarle a usted de alcalde de Gerona, ¿y así se lo paga? Pero, señor Ballesta, si su única posibilidad de redención estaba en seguir de alcalde todo lo posible, a ver si conseguía pergeñar alguna obra de gobierno que hiciese olvidar todas sus chapuzas. Yo estoy seguro de que usted estaba dispuesto a desvivirse por su ciudad, pero algo habrá hecho mal cuando todo el mundo tiene presente lo de su sueldo. De hecho, hay quien dice que se larga porque no ha conseguido trincar lo previsto y puede sacar más con otras ocupaciones. ¡Eso se avisa, hombre! ¿No debería haber hablado de pasta con Puigdemont antes de aceptar su encargo?

Ya sabemos que, últimamente, por aquí todos los nombramientos son a dedo y la meritocracia nos la pela: un presidente elige a su sucesor, este escoge al suyo saltándose el escalafón y pone a un amiguete soberanista a dirigir TV3; es decir, que todo es una chufla y un mangoneo; pero una vez asumida esa evidencia, lo mínimo que se le puede pedir al ungido de turno es que se tome mínimamente en serio el chollo en vez de pasarse la vida hablando de dinero. Y es que hasta para ser un esbirro del prusés hace falta cierto pundonor.