Ya han oído ustedes a Montserrat Venturós, alcaldesa de Berga: hubiese preferido que la detuviera la Policía Nacional o la Guardia Civil. No ha especificado si los picoletos debían lucir un enorme bigote sobre un rostro cetrino y hablar con acento andaluz, pero la cosa ha quedado clara: a una de la CUP no la detiene un poli catalán. Es más, si los Mossos d'Esquadra no fuesen una pandilla de mercenarios y de botiflers, deberían haberse negado a cumplir las órdenes del juez y, ya puestos, enfrentarse a tiros con sus compañeros de la Guardia Civil o de la Policía Nacional en aras de esa entelequia que los nacionalistas definen como "la legalidad catalana". De la misma manera que España se divide en "catalanes" y "fachas", la ley común no es aplicable en esta zona del país.

Es lo que ha venido a decir su abogado, el hacendado Salellas, en sus declaraciones. O el honorable Cocomocho en su comentario de Twitter. O los de Catalunya Ràdio con esa preguntita dirigida al pueblo acerca de si hay que atender siempre los requerimientos judiciales o si a veces se los puede pasar uno por salva sea la parte. O los de TV3 con su prolijo y sesgado seguimiento del incidente.

De hecho, lo único que ha hecho la señora Venturós es seguir las instrucciones de Quim Arrufat, el hombre que solo piensa en que le partan la cara los españoles para poder montar un buen cirio en Europa, con la colaboración desinteresada de los señores Tremosa, Terricabras y demás caballos de Troya a los que España paga un sueldo para que contribuyan a su destrucción.

De la misma manera que España se divide en "catalanes" y "fachas", la ley común no es aplicable en esta zona del país, según los nacionalistas

Ahora que tanto se habla de reformar la Constitución, propongo incluir un artículo en el que se declaren ilegales los partidos separatistas. Empieza a ser del género tonto reconocer derechos a quienes se los niegan al resto de la población. Los alemanes no lo hacen. Y muchos otros países, tampoco. La destrucción de un país no debería ser una perspectiva a contemplar, y cuantas más medidas didácticas se adopten en esa dirección, antes empezaremos a poner fin a esta tabarra infinita, cuyo último ejemplo es la petición de Puigdemont a Rajoy para acordar un referéndum de independencia. Me pregunto, a estas alturas del curso, qué parte no ha entendido nuestro president de que lo del referéndum no puede ser y además es imposible: ejerza usted de presidente autonómico y deje de incordiar; sobre todo, porque después de más de treinta años de dar la brasa no ha conseguido convencer de las bondades de la soberanía ni a la mitad de su población.

Urge explicar a los pelmas obsesivos que esto es lo que hay; y que si no les gusta, dejen de chupar del erario público, se pasen a la lucha armada y se las apañen con la policía.