Cuando tienes el partido hecho unos zorros porque cada vez te vota menos gente, lo más razonable es adoptar un perfil bajo y esperar tiempos mejores. De ahí, supongo, la abstención del PSOE ante la investidura de Rajoy, que demuestra cierto conocimiento de la peculiar psique de los españoles, a los que parece traer bastante al pairo las corruptelas de los populares, como prueba el hecho de que en la segunda de las últimas contiendas electorales el hierático Mariano cosechara más votos que en la primera. Alguien en el PSOE ha debido darse cuenta de que como vayamos a terceras, el PP arrasa, Mariano reinaugura la Monumental de Barcelona dando la vuelta al ruedo a hombros de sus sicofantes y un posible gobierno de izquierdas se retrasa a una fecha indeterminada de finales del siglo XXI.

En el PSC siguen emperrados en el famoso "no es no" del defenestrado Pedro Sánchez, cuando más les valdría hacer un poco de autocrítica y preguntarse por qué cada día les quiere menos gente

En el PSC, por el contrario, siguen emperrados en el famoso "no es no" del defenestrado Pedro Sánchez, cuando más les valdría hacer un poco de autocrítica y preguntarse por qué cada día les quiere menos gente. Miquel Iceta es la cara visible del no, y uno se pregunta por qué. Descartada por inverosímil la supuesta ética progresista, solo se me ocurren un deseo de marcar perfil propio, un guiño a los nacionalistas o un gesto numantino hacia los comunes y Ada Colau, que le están soplando la parroquia con su actitud de guardianes de las esencias. Y encima, la negativa de Iceta se sustenta en siete diputados --uno de ellos, mi amigo Manuel Cruz, que ni siquiera es militante del partido--, una cifra que, si no fuera por el (relativo) peso del PSOE, podría enviarle al grupo mixto con Quico Homs y los del Pacma. Lejos quedan los tiempos en que el PSC contribuía con veintitantos diputados a la causa socialista: ahora solo quedan cuatro e Iceta. Y a este paso, aún le van a acabar montando una delegación del PSOE en Cataluña por inoperancia en la gestión de la empresa hermana.

A todo esto, el ínclito Pablemos --que, como buen comunista, odia más a la social democracia que a la derecha-- saca pecho y se presenta como el único representante de la izquierda fetén. Tuvo la oportunidad de sumarse al PSOE y a Ciudadanos para desalojar de la Moncloa a Mariano, pero no le dio la gana y nunca reconocerá ser el principal responsable de que nos caigan a todos cuatro años más de PP: frente a posibilismo, radicalismo suicida, idéntico al de las izquierdas españolas de los años 30, cuando éstas le facilitaron la victoria a Franco matándose entre ellas. ¿Saldremos algún día de este deprimente enfrentamiento entre una derecha infame y una izquierda imbécil?