Últimamente se me acumulan las cosas que no entiendo del sanatorio local. Por ejemplo, leo que Inés Arrimadas propone al Parlament dejar de pagarles el sueldo a los prófugos de la justicia Puigdemont y Comín, y mi reacción es: "Ah, ¿pero les seguimos pagando? ¿No debería haberse interrumpido la remuneración en el mismo momento que se dieron el piro e iniciaron su larga etapa de absentismo laboral?". ¿O es que la empresa para la que trabajaba el Dioni le enviaba el sueldo a Brasil cuando le dio por instalarse allá? Sigo leyendo y me topo con otra cosa que no entiendo: la propuesta de Ciutadans tiene muy pocas posibilidades de prosperar. O sea, que a todo el mundo le parece estupendo remunerar la vagancia de los fugados.

Ahí va otra: Arrimadas --sí, de nuevo ella-- propone una comisión para investigar las actitudes supuestamente discutibles de la policía autonómica, consistentes en vigilar a políticos y periodistas desafectos al régimen, y no se suma ni el PSC. Parece que el tema no interesa. Cuando era el Estado el que metía la nariz donde no debía --a través del contubernio Fernández Díaz-De Alfonso--, aquello era gravísimo, pero si son los nuestros los que hacen sus pinitos de Stasi, aquí no pasa nada y todo es de lo más normal. Intuyo que en el Parlament impera una lógica distinta de la mía. De ahí que pretendan investir presidente a un prófugo, a un presidiario o a un imputado: a cualquiera por el que se interese la justicia.

Santi Vila interpreta un nuevo papel después de haberse hecho pasar por independentista hasta que se vio obligado a saltar del tren en marcha para no acabar en el trullo

Suma y sigue: todo el mundo parece muy interesado en lo que tenga que decir Santi Vila, que anda de promoción de su libro De héroes y traidores. Mientras Rull, Turull y Tururull lo ponen de vuelta y media, otros alaban su moderación y su inteligencia política. Desde mi punto de vista, a Vila no habría que hacerle el menor caso, pues es un arribista de manual que solo piensa en su carrera política. Es lo suficientemente espabilado para ver que con prófugos, presidiarios e imputados no se llega muy lejos, y por eso se postula de manera difusa para poner orden en la situación. ¿Lo hace por patriotismo? Lo dudo. Simplemente, interpreta un nuevo papel, después de haberse hecho pasar por independentista hasta que se vio obligado a saltar del tren en marcha para no acabar en el trullo. En la mejor tradición Mascarell, Santi solo piensa en Santi, y ahora cree que, cuando ceda el delirio soberanista, puede presentarse su oportunidad de medrar. Una más.

Gente que cobra por no hacer nada, actuaciones policiales chungas que a nadie le preocupan, trepas a los que no habría que prestar la menor atención porque se descalifican solos... ¡Bienvenidos a la República catalana!