Manicomio catalán

Cocoliso y su tarjeta

26 marzo, 2016 00:00

Raül Romeva se ha hecho imprimir unas tarjetas de visita en inglés que da gusto verlas. En ellas se presenta como Ministro de Asuntos Exteriores de Cataluña, un cargo inexistente que, ya puestos, podría haber acompañado de otros logros igualmente ficticios. Personalmente, le sugiero los de asesor de la NASA, adjunto al camarlengo del Vaticano e inventor de la vacuna definitiva contra la mixomatosis (cruel enfermedad que cada año se cobra miles de vidas entre nuestros hermanos los conejos). Si es tan amable de facilitarme la dirección de la imprenta, no descarto encargar unas tarjetas en las que ponga que soy Premio Nobel de Literatura y una autoridad mundial en danza contemporánea. ¿O es que yo no tengo derecho a vivir en mi propio delirio?

Como catalán, me empieza a preocupar que nos estemos convirtiendo en motivo de chufla internacional

Uno se imagina al ministro Cocoliso repartiendo sus tarjetas por Europa y no sabe qué cara poner. Como catalán, me empieza a preocupar que nos estemos convirtiendo en motivo de chufla internacional. Aunque con un presidente que luce una vistosa fregona en la cabeza y dice que Cruyff, sin darse cuenta, inició el Prusés, y un vicepresidente que nos recuerda oportunamente que el centro de la catalanidad estaba en Damasco (¡en el siglo VIII!), igual lo de Romeva ya solo sirve para para confirmar la teoría, cada vez más extendida en Europa, de que el nordeste de España está en manos de una pandilla de orates.

Salvo los eurodiputados aficionados al consumo de hachís que conserven la tarjeta de Romeva para hacerse el filtro de los canutos, la mayoría debe tirarla a la papelera, si es que no han captado antes su presencia en un pasillo --el hombre es alto y esa calva lustrosa debe destacar-- y se han refugiado en un retrete hasta que pase el peligro. Aunque también es verdad que ya lo conocen y, probablemente, recuerdan algunas de sus salidas de pata de banco de cuando era europarlamentario: la denuncia pública de una patada que un jugador del Real Madrid le atizó a nuestro Messi, por ejemplo; o la mejor de todas: esos aviones del ejército español que sobrevolaban aviesamente la ciudad de Gerona, denuncia que no fue atendida porque a todo el mundo le pareció de lo más normal que aviones españoles recorrieran el espacio aéreo nacional.

No sé si ir por ahí repartiendo tarjetas de falso ministro es lo mejor que se puede hacer para contribuir a la gloria de Cataluña, pero si Romeva se lo pasa bien así y no molesta a nadie... Mientras no le dé por pagar en los restaurantes con pesetas catalanas --procedentes de la misma imprenta que sus tarjetas--, se le seguirá considerando un excéntrico inofensivo al que dar esquinazo en las instituciones europeas. A no ser que necesites un cartoncillo decente para los filtros, claro está.