Hace unos días, este diario publicaba una noticia francamente preocupante para la convivencia en Cataluña: Vicent Partal, director de Vilaweb, uno de los diarios digitales más subvencionados por el régimen, se había ido a dar un mitin a la entrada del Hospital del Mar; a petición, parece, de unos cuantos médicos que, con su bata blanca puesta, le escuchaban atentamente en la foto. Imagínese usted que tiene a un pariente o a un amigo internado en el Hospital de Mar, va a visitarlo y se encuentra a Partal con su versión del “Fresquito, fresquito, mi pescadito” del personaje de las aventuras de Astérix. Puede que usted se pregunte: “¿Pero esta gente ya no respeta ni los hospitales?”. La respuesta se la doy yo mismo: no. Y dé gracias de que ese valenciano que se cree catalán no hubiese extendido la manta para intentar vender su merchandising patriótico, chanchullo paralelo al diario que, bajo el nombre de La botiga de Vilaweb, vende camisetas, chancletas, toallas o felpudos soberanistas a los patriotas de piedra picada.

La cosa podría haber sido peor. Imagínese usted que Partal se cuela en el hospital y se pone a dar la chapa en las habitaciones a los enfermos y a los moribundos mientras intenta endilgarles unas chancletas esteladas: si no lo lincha un clan gitano de esos que van al hospital en grupos no inferiores a cuarenta personas, Partal es capaz de recorrerse todo el edificio en su labor evangelizadora, mientras coloca una camiseta por aquí y un felpudo por allá. Estamos, sin duda alguna, ante un tipo emprendedor, pues entre lo que pilla como esbirro del régimen y lo que recauda con el merchandising indepe debe llegar a fin de mes mucho mejor que ustedes y yo. Eso sí, cuidado con meterse en su corralito: recuerden el rebote que se cogió aquel año que, para la Diada, los chinos le copiaron la camiseta oficial y la vendían mucho más barata. Solo le ha faltado al pobre que la señora Ponsatí diga que ya está bien de camisetas y demás chorradas: menuda puñalada trapera, señora...

El ejemplo de Partal ha cundido. Hay que dar la chapa a todas horas y en todos los lugares. De ahí que Omnium haya decidido alquilar una avioneta para que sobrevuele las playas del litoral catalán luciendo una pancarta que pone Ho tornarem a fer. Se trata de no dejar en paz al personal ni en la playa, aunque hay que reconocer que era mucho más molesto lo de clavar cruces amarillas en la arena, pues quitaban sitio a los bañistas y porque yo diría que a nadie le gusta tomar el sol en un camposanto improvisado. Parece que este año no habrá cruces, pero sí mensajes desde el cielo. En fin, mejor para los procesistas, ya que los que les llegan por tierra no son muy estimulantes, aunque cada bofetada europea a Puchi y los suyos sea interpretada por Gonzalo Boye --que para eso cobra-- como un nuevo clavo en el ataúd de España. De todos modos, mi mensaje favorito sale del cogollito de la república. Es el vibrante “No tenemos miedo” de Toni Comín desde el lado alemán del puente de Estrasburgo, poniendo cara feroz y haciendo el fachenda como suele, pero sin atreverse a poner los pies en Francia por si le echan el guante los gendarmes: estas muestras de heroísmo impresionan mucho, ¿verdad?