En 2013, el gran Ramón de España publicó El manicomio catalán, un libro en el que, en clave de humor, realizaba un atinado análisis del sistema político catalán y sus terminales: los medios de comunicación públicos y concertados y las asociaciones paragubernamentales como Òmnium Cultural y la ANC. Pese a que las librerías se cuidaron bien de que no estuviera a la vista, el libro se vendió tanto que fue coleccionando sucesivas ediciones y tuvo su segunda parte en Derecho a delirar. Me han venido a la cabeza estos libros porque la situación de la política catalana en estos momentos bien se podría sintetizar con esos dos títulos.

Resulta que tenemos un Presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que se cree que es el número 132 (como si los cargos eclesiásticos que gobernaron la institución medieval pudieran considerarse cargos democráticos), pero que los suyos no lo consideran el Presidente legítimo, porque ese es Carles Puigdemont, un fugado de la justicia que no ha ganado nunca unas elecciones. Luego tenemos un Parlament paralelo, el Consell per la República, que se encuentra situado en una monarquía, Bélgica, y, por si todo esto fuera poco, ahora Salvador Illa se han montado un Gobierno Alternativo, en el que él es el Presidente y sus diputados, los consejeros de los distintos ramos. Vamos, que como pueden ver, no nos falta de nada.

Pero lo peor de todo es que el delirio no se ha quedado en Cataluña y ahora parece que se va extendiendo por toda España. El lunes leí, sorprendida, que varios medios nacionales publicaban noticias en las que decían que Junqueras había dado grandes pasos hacia la concordia al aceptar el indulto. O sea, que consiente que lo saquen de la cárcel antes de acabar la condena --lo que resulta un claro privilegio de los políticos por encima del resto de ciudadanos-- y, encima, le tenemos que dar las gracias. También alababan que hubiera renunciado a la vía unilateral, cosa que, sobre el papel, siempre habían hecho. Ellos han hablado de multilateralidad incluso cuando estaban planeando su golpe a la democracia y ahí está la hemeroteca, que no me dejará mentir.

Después de leer varias noticias de ese tenor, decidí ir a la fuente, la carta publicada por Junqueras, y llegué a la conclusión que habíamos leído textos diferentes. En el que yo leí, publicado por La Sexta, habla de la Generalitat republicana y de construir un nuevo país, lo que significa utilizar las instituciones y los recursos del Estado para destruir ese mismo Estado. Vuelve a reiterar, como siempre, que lo que pretenden es conseguir la secesión mediante un referéndum pactado lo cual nos sitúa, en el mejor de los casos, en la casilla de salida de 2012. Estoy convencida de que la mayoría de los catalanes no queremos volver a ese escenario por nada del mundo.

Hasta aquí, no se ve ningún cambio con respecto a lo que ha mantenido Junqueras hasta ahora, pero es que lo más grave viene después, cuando dice: “no queremos formar parte de un estado donde persisten las estructuras que sirven para perseguir a los adversarios políticos, donde hemos de acatar leyes que nos parecen profundamente injustas y arbitrarias”. Que el partido que gobierna Cataluña --porque está claro que Junqueras habla en nombre de ERC-- diga que no quiere acatar las leyes de un país democrático es inaceptable. Y lo peor de todo es que con la concesión del indulto y con  Sánchez hablando de revanchismo, ellos se ven reafirmados en su posición de que están en la cárcel de forma injusta. Como si no hubieran robado los datos de los catalanes, ni malversado dinero público, ni intentado dinamitar la Constitución y el Estatuto de Autonomía. Y como si no hubieran tenido un juicio con todas las garantías y a la vista de todos.

Y ya, para rematarlo del todo, trata a España como una dictadura que tiene presos políticos y exiliados para los que reclama la amnistía. Es por eso por lo que los indultos van a ser, además de injustos, absolutamente inútiles. En cuanto estén en la calle, empezará la campaña en favor de la amnistía y seguirán vapuleando la imagen de España en el exterior a cargo del erario público. Y se seguirán saltando las leyes y lo que digan los tribunales. De hecho, ese mismo lunes, la consejera Gemma Geis ya dejó claro que no pensaban acatar las medidas cautelares del TSJC según las cuales los alumnos tienen derecho a recibir los exámenes de selectividad en cualquiera de las tres lenguas oficiales de Cataluña.

Si quedaba alguna duda de lo poco pertinentes que resultan estos indultos, la carta de Junqueras lo ha acabado de esclarecer: siguen diciendo exactamente lo mismo que han dicho siempre. Lo que resulta más curioso es que una carta en la que habla de Generalitat republicana, independencia, autodeterminación, amnistía, exiliados y presos políticos haya sido interpretada como un gran logro de Sánchez que ha conseguido que Junqueras avance hacia la concordia. Debe de ser el “derecho a delirar” del que hablaba el amigo Ramón de España.