Para una vez que Ada Colau tiene una buena idea y se traslada a Madrid para comentarla con sus colegas de la política nacional, éstos van y me la basurean de mala manera: mientras la reciben Podemos y el PP --aunque a los de Mariano les entre todo por una oreja y les salga por otra--, PSOE y Ciudadanos se hacen los interesantes y pasan mucho de sentarse a hablar con ella un ratito. Y mira que el tema es de los que hacen arder el pelo: el desquiciado aumento de los alquileres en Madrid, Barcelona y cada vez más ciudades españolas y la necesidad de poner coto a la codicia de los propietarios de pisos y apartamentos.

Podemos estaba moralmente obligado a darle audiencia a nuestra alcaldesa. Los peperos tuvieron el detalle de hacer como que la escuchaban, aunque casi todos ellos piensen que quien no pueda costearse una vivienda en La Moraleja es un pringado que merece todo lo malo que le pase. Pero en el PSOE alegaron problemas de agenda. Y desde Ciudadanos, Girauta le dijo a Colau que despachara sobre el asunto con Carina Mejías, que la tenía más cerca. Mientras tanto, al español con dificultades para encontrar un apartamento que se pueda permitir, que lo zurzan.

Ya sé que el PSOE y Ciudadanos no soportan a Ada Colau, cada partido por sus propios motivos: Ada lleva ninguneando a Ciutadans desde el día que tomó posesión del cargo de alcaldesa de Barcelona; y prescindir de los concejales del PSC para intentar quedar bien con los indepes fue del género tonto, ya que éstos la detestan por botiflera haga lo que haga y nunca dejarán de considerarla una españolaza, aunque un día se le ocurra subir a Montserrat a pie cargando con una bombona de butano pintada de amarillo. Pero, a veces, nuestros políticos deberían mirar un poco más allá de sus propias narices.

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero, reza el célebre adagio. Y la verdad, hoy día, en España, es que el tema de los alquileres es un escándalo que hay que solucionar con algún tipo de ley que afecte a todo el territorio nacional. Se le podría haber ocurrido a Pedro Sánchez o a Albert Rivera, pero resulta que se le ha ocurrido a Ada Colau, y seguiría siendo una buena idea aunque se le hubiese ocurrido a alguna lumbrera de la CUP. Mal andamos si se imponen las ganas de chinchar al adversario político a la obligación de pensar en el bien común. Perdonen el tono severo, pero es que hoy me he levantado moralista.