Hace unos días me crucé con un amigo político a la espera de destino, le pregunté cómo lo llevaba en el partido y me respondió: “Creo que, en estos momentos, no saben si enviarme a Europa o si mandarme a la mierda”. Tras despedirme de él deseándole lo mejor, me puse a darle vueltas a lo que me acababa de decir, que me remitía a una vieja cuestión de la política española: cuando alguien es enviado a las instituciones europeas, ¿es porque se confía en él para moverse por el continente que nos engloba y nos define --o debería definirnos-- o porque no saben qué hacer con él en la actividad política local? El enviado a Europa, ¿es un político en el que se confía o alguien que ha caído en desgracia en el partido y, como da cosa expulsarlo, se le destierra? Es decir, ¿estamos hablando de una promoción a las altas esferas del poder o de una patada en el culo?

Observando la historia reciente de España --incluida, por supuesto, la de Cataluña-- da la impresión de que Europa es el lugar al que se envía a los que en casa molestan, dan problemas o defienden una línea que no coincide al cien por cien con la del partido. Que Ciudadanos envíe al exterior a su economista en jefe, el señor Garicano, es una muestra de una cierta fe en Europa, pero este caso no es mayoritario (aunque debería serlo). Pensemos en algunos desterrados ilustres y veremos que, a veces, enviar a alguien a Europa o a la mierda viene a ser lo mismo: Raimon Obiols --un muchacho excelente, según los que le conocían-- fue despachado a Bruselas por el PSC a causa de su habilidad para aburrir a las masas; Alejo Vidal-Quadras pagó el pato de las buenas relaciones entre Aznar y Pujol yéndose al Parlamento europeo: desde allí, apenas se le oía en Barcelona y en Madrid; Ramon Tremosa está destacado a perpetuidad en Europa porque es un metepatas profesional que en Cataluña haría más mal que bien a la causa de la independencia…

¿Y Gerardo Pisarello? Lo de que los comunes lo presenten a las elecciones europeas, ¿es un premio a su labor política o una simple purga? En principio, no parece el hombre más adecuado para la misión, siendo, como es, un peronista de izquierdas que se mueve como pez en el agua entre los descamisados. También es verdad que, por encima de todo, Pisarello es un trepa que le da vuelta y media en lo de medrar a su compatriota Fachín, e igual tiene un plan para regresar fortalecido de Bruselas; pero ya hay quien apunta a una maniobra de Ada Colau para quitárselo de encima y que no le haga la cama. Otros ven la mano de Adrià Alemany, el marido de Colau, quien trabaja desde las sombras y sale por patas cuando ve acercarse a un fotógrafo, pues lo suyo es, al parecer, mandar sin que se note: si corre la voz de que Ada es una feminista que hace todo lo que le dice su maridito, el negocio familiar puede resentirse.

Personalmente, agradezco el poder perder de vista al señor Pisarello, que siempre me ha parecido un demagogo y un arribista y una de esas personas que le dan un mal nombre a la izquierda. Pero me gustaría saber si ha sido promocionado o purgado, si se va a Europa por decisión propia o porque no le queda más remedio para conservar el sueldo. Estaría bien que Ada nos lo aclarara, aunque dudo que lo haga próximamente: entre la difunta perra Sota, los guardias urbanos que se le sublevan por el escaso apoyo y los animalistas que exigen justicia para el chucho, a la pobre le están dando un fin de año que no se lo deseo a nadie.