Se acabó. Hoy toca votar. Amigo lector, al que usted quiera. Porque esta noche hay que contar. Eso es lo importante. Contar los votos. Y mañana empieza el futuro. Estamos de acuerdo en que hoy no es el final de nada. Es el principio. Porque es el futuro. Un futuro que hay que labrar tras un gran fracaso. Qué gran fracaso el de los últimos años. Por parte de todos. Por parte de Cataluña y de Madrid. Del Govern y del Gobierno. De unos y de otros. Les guste o no. Y tras la caída hay que levantarse. Empezar a reconstruir. ¿Con quién? Qué más da. El tema es reconstruir. Empezar a trabajar por el futuro.

No sé quién será más fuerte, si la razón o la emoción. Porque hay una mezcla un tanto explosiva. Sentimiento y razón. A lo peor pecamos por ser poco razonables. Y nuestros impulsos se rigen por la emoción. Por nuestro egoísmo visceral. Pero a lo mejor esta vez imponemos un poco de razón a nuestros actos.  Porque en toda la campaña del 21D el nacionalismo catalán ha apostado por la emoción. Con un fin, claro. Tapar el desastre del llamado procés. ¡Qué desastre! Empleo y riqueza; menos ingresos por los negocios o caída del prestigio en el mundo. ¡Qué gran deterioro han sufrido! Pero parece que eso no importa a una parte de los ciudadanos catalanes. Porque el debate no ha sido cómo recuperar la vida normal, las instituciones, el nivel económico perdido o borrar la fractura social que impera entre los ciudadanos. No. No se ha hablado de esto. Por lo menos en el bando independentista. Han puesto el foco en el artículo 155, en que han sido humillados, perseguidos. Han resucitado a Franco y buscado el enfrentamiento para sacar beneficios en votos. Han buscado el enfrentamiento para imponerse al más puro estilo nacionalismo de extrema derecha.

Nadie ha levantado la voz contra sus gobernantes. Contra los que les han llevado a este precipicio. ¿Alguien ha pedido explicaciones a los políticos del Govern? ¿Alguien ha pedido explicaciones a esos gobernantes que les vendieron que la república ya se tocaba con la mano? ¿Que se podía saltar el Estado de derecho como cualquier ciudadano se salta un semáforo? ¿Dónde está la piscina que ofrecían para nadar en prosperidad por los siglos de los siglos y sin necesidad de trabajar? Nadie ha pedido responsabilidades. Parece que a nadie le ha afectado. Cataluña está al borde del precipicio pero nadie es responsable. Bueno, sí; la madre de todos los males es España. Ese ha sido su discurso. Pero no se nota que el ciudadano se haya sentido afectado. La emoción supera a la razón.

¿Alguien ha pedido explicaciones a los políticos del Govern? Nadie ha pedido responsabilidades. Parece que a nadie le ha afectado

Y provoca reacciones contrarias a lo que la razón deduciría. Solidaridad con los dirigentes encarcelados. Solidaridad con los fugitivos. Solidaridad en la derrota. No importa que hayan sido incapaces de conseguir lo prometido. No importa que hayan fracasado. Nadie les pide cuentas. Al contrario. Han pasado a ser idolatrados. Queridos. La pasión. La emoción. El sentimiento. Esto es lo que domina a la sociedad catalana. Veremos hoy. Contaremos de noche. Trazaremos caminos mañana.

Sin olvidarnos que del gran fracaso de Cataluña también tiene parte activa el Gobierno de Madrid. Nadie cambió la dirección marcada por el Govern ni advirtió que ese camino llevaba al desastre. Han sido muchos años de colaboración sin la más mínima advertencia de que la dirección era errónea. De distintos gobiernos. Y el actual ha estado durmiendo los últimos cinco años. Roncando el último, sin enterarse de la dirección tomada. Nadie evitó las urnas, nadie evitó el referéndum, nadie evitó la ley de transitoriedad, nadie evitó la declaración de independencia, nadie quería ver nada. Tampoco hay responsables. ¿Alguien ha pedido a la vicepresidenta, Soraya de Castilla, explicaciones por su fracaso en Cataluña? Aquí tampoco pasa nada. Sigamos en el sillón... mientras dure. Pero Mariano ya tiene el miedo en el cuerpo. No ve claro el camino de mañana.

Hoy se buscará la sensatez. Abrir los ojos. Ya dijo Descartes que “es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez”. Tomamos nota. Porque mañana, a pesar de los grandes errores, empieza el futuro. Para Cataluña y para España. Veremos en qué dirección.