La situación política que atraviesa Italia que se manifiesta en la posibilidad de que se constituya un gobierno participado por dos partidos antisistema --la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas--, con un candidato de paja para ocupar su presidencia en la persona de un profesor universitario, está poniendo de los nervios a las autoridades comunitarias y colocando al plan de estabilidad de la zona euro en posición comprometida.

El complejo sudoku italiano amenaza, no solo a la debilitada economía del país mediterráneo y mete presión a su nivel de deuda con las repercusiones correspondientes en los mercados y en las primas de riesgo, sino que empieza a comprometer a los países del sur de Europa en donde comienza a resurgir el mal sueño de la crisis de deuda de comienzos de esta década.

Las repercusiones de este folletín diseñado por los dos partidos populistas italianos no se han hecho esperar.  La desconfianza de los inversores y la caída de la Bolsa de Milán son su más prístino reflejo. La prima de riesgo se ha ido por los cerros de Úbeda coqueteando con los 200 puntos y Bruselas empieza a estar atacada por una crisis de nervios acentuada por el hecho de que Italia, su política, su deuda y su banca, pueden generar en la Unión Europea una crisis de magnitud desconocida cuando todavía no se ha digerido el Brexit o la crisis griega.

Italia, el Brexit o Grecia, sin olvidar Cataluña, no dejan de ser puntos de referencia de un proceso de incertidumbre, concepto que, pese a no ser un elemento de estudio por la ciencia económica, cobra cada vez más importancia en el devenir de la economía globalizada con unas consecuencias especialmente preocupantes por desconocidas.

Quienes se han aproximado al mundo de la incertidumbre y sus repercusiones económicas convienen en señalar que esta genera una situación en la cual no se conoce completamente la probabilidad de que ocurra un determinado evento. La incertidumbre significa en economía impredictibilidad o previsión imperfecta de los sucesos futuros.

Es la incertidumbre un concepto económico que no se estudia en plenitud en los centros universitarios, pero que se ha convertido en uno de los principales elementos desestabilizadores y de riesgo, y es sabido que a la economía no le gusta la incertidumbre y sí las certezas.

Sin ir más lejos y en relación al conflicto catalán, el Banco de España se ve en la obligación de advertir de que la incertidumbre en Cataluña "podría afectar a su normalización económica" y, pese a la "huida" de más de 3.000 empresas del territorio, no parece que nadie esté interesado en que la incertidumbre se torne en certezas.

Y el problema es que, cada vez más, la incertidumbre cobra mayor importancia en el mundo y en sus economías --si es que se puede seguir utilizando el plural-- en la medida en que las fuentes de incertidumbre no se limitan a políticas gubernamentales, sino también al precio del petróleo, a la amenaza de guerra o a la inestabilidad política planetaria o regional, lo cual afecta de forma directa a que las empresas retrasen sus decisiones de inversión o de contratación, cuando no en aquellas relacionadas con las políticas gubernamentales o con la volatilidad de los mercados de valores.

Ahí están los ejemplos de incertidumbre que genera la cumbre de Estados Unidos con Corea del Norte tras el anuncio de Trump de que podría no tener lugar el 12 de junio o la decisión de Washington de trasladar su embajada a Jerusalén con la consiguiente inestabilidad sobre los precios del petróleo, cuya repercusión trasciende con mucho a las políticas de un país.

Llegados a este punto, cabria preguntarse si la incertidumbre se ha convertido en un concepto táctico --o incluso estratégico-- al servicio de intereses geoestratégicos. Aunque la incertidumbre es un elemento ineludible de la existencia humana y se asienta sobre un concepto tan genérico como difícil de cuantificar, se podría percibir e interpretar que la incertidumbre es una baza utilizada por diferentes poderes con fines espurios y difíciles de descifrar.

Y como en todos los procesos, siempre hay una parte que se beneficia y otra que sale perjudicada.