Las tortuosas negociaciones entre la UE y el Reino Unido sobre el brexit son una nueva demostración de hasta qué punto están alejadas de la realidad las reiteradas manifestaciones de los secesionistas catalanes sobre la facilidad y los beneficios de la independencia de Cataluña, lo que en terminología anglosajona se conoce por catalexit.

Pese al principio de acuerdo alcanzado esta semana, la oleada de dimisiones el jueves en el Gobierno de Theresa May, la bronca en la Cámara de los Comunes y las reticencias ante el texto acordado de varios países de la UE indican que la última palabra no está dicha y que aún pueden pasar muchas cosas, incluso que sea imposible el pacto y se produzca una ruptura abrupta.

En una entrevista publicada en La Vanguardia hace un mes, el 10 de octubre, el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, comparaba los fenómenos del brexit y catalexit. El brexit, decía, “es el ejemplo de cómo un país se pega un tiro en el pie de forma entusiasta. En parte movidos por el mismo discurso que se ha prodigado en Cataluña: tendremos más dinero porque los de Bruselas nos roban y solos nos lo montamos mejor. El brexit y el catalexit son muy parecidos”. Y Borrell añadía: “Cuando veo el brexit, pienso: con lo complicado que es desconectar a un país con su propia moneda, que no estaba en Schengen [acuerdos de libre circulación de personas] ni en muchas políticas de la UE, ¿cómo se ha podido pensar que se podía desconectar tan fácilmente Cataluña del resto de España? Es una especie de realismo mágico, aquí y en el Reino Unido”. En un artículo publicado en El Periódico el 30 de marzo de este año, después de que el Consejo Europeo fijara su posición y cuando aún no era ministro de Exteriores, Borrell expresaba ideas similares.

Pero no solo es el jacobino Borrell quien así opina o Pedro Sánchez, que, antes de ser presidente del Gobierno, afirmó en una conferencia en Oxford el pasado 7 de mayo que “la retórica del brexit y del catalexit es la misma”, es la “retórica reaccionaria de la insolidaridad y del aislacionismo, de las fórmulas al estilo recuperar el control o España nos roba, de las soluciones simples a los problemas complejos”.

Otros van incluso más allá, como el prestigioso analista del Financial Times Wolfgang Münchau, quien, una semana después del referéndum del 1-O, afirmaba en su columna (9-10-2017) que el catalexit produciría un shock mayor que el más duro de los brexits y que el principal argumento contra la independencia de Cataluña es económico, al contrario de lo que ha proclamado el independentismo, que solo ha contado con los beneficios de la desaparición del déficit fiscal (los falsos 16.000 millones anuales), sin valorar otras variables. Lo que hace que la independencia de Cataluña sea “mucho peor que la versión más extrema del brexit es la salida forzada de la Eurozona”, escribía Münchau, para quien salir de la UE y de la zona euro al mismo tiempo es un “suicidio económico”. Ahora ya nadie niega, ni entre los independentistas, que Cataluña saldría de la UE y de la eurozona.

La misma tesis que Münchau era la que defendía por esas fechas (en septiembre del 2017, antes del referéndum), el economista jefe del banco holandés ING, Geoffrey Mine, en un informe en el que aseguraba que “el coste económico para Cataluña” podía “exceder proporcionalmente el del brexit para el Reino Unido”. “Como con el brexit, creemos que un catalexit hundiría la región en un largo periodo de incertidumbre que muy probablemente sería negativo para el sector privado”, advertía.

Toda la historia del brexit es un ejemplo que Cataluña debería rechazar. Entre los abandonos en el Gobierno de May los hay de europeístas y de euroescépticos, la forma suave de calificar a los antieuropeos. Los dos grandes partidos, el conservador y el laborista, están profundamente divididos y la sociedad está fracturada. Si al final no hay acuerdo y se produce un brexit sin pacto, será una tragedia para el Reino Unido en primer lugar y también para la UE. Pero, aunque se concrete un acuerdo como el alcanzado esta semana, el pacto no ahorrará la división del país, como ya se está viendo. En todo caso, serán malas noticias para el catalexit que quienes siguen propagando falsedades y dibujando un escenario idílico en Cataluña deberían tener en cuenta.