La familia Pujol nos ha dado grandes momentos parlamentarios y mediáticos, pero las confesiones de Josep, el tercer vástago del expresidente catalán, han sido sensacionales. No era la primera vez que este consultor, el del pelotazo de Europraxis, hablaba de su familia, pues antes lo había hecho para el diario Público. Pero el viernes acudió al diván de Mònica Terribas, un terreno menos hostil donde Josep Pujol pudo exorcizar los pecados de su creyente saga. Quedó claro que no se fía de su hermano Jordi y que su madre es una especie de Lady Macbeth a la que, según me cuentan, hay que atribuir la frase "el dinero que nos quitaron con Banca Catalana nos lo devolverá la política".

Pero Josep Pujol volvió a caer en el mismo error, ofensivo para la inteligencia del ciudadano medio, consistente en asegurar que sus padres no son ostentosos y que, por tanto, no se les puede culpar de amasar una fortuna. Muy en la línea de las impagables declaraciones que hizo su madre en la comisión de investigación del Parlament: "No tenim ni cinc" o "vamos con una mano delante y otra detrás".

Queda claro que Josep Pujol no se fía de su hermano Jordi y que su madre es una especie de Lady Macbeth a la que hay que atribuir la frase “el dinero que nos quitaron con Banca Catalana nos lo devolverá la política”

Es muy posible que Jordi Pujol y Marta Ferrusola sigan durmiendo en una cama de 130 centímetros desde hace 30 años --esperemos que hayan cambiado el colchón, por aquello de los ácaros y los dolores de espalda en la tercera edad--, pero la austeridad no está reñida con el dinero. Porque lo que realmente ha perseguido el matrimonio Pujol durante casi tres décadas es el poder, no tener un Lamborghini en la puerta de casa. De eso ya se encargaba el hijo mayor, al que se le atribuyen varios delitos, entre los que se echa en falta el de hortera.

Del poder sin ostentación es un magnífico ejemplo la mafia siciliana --no confundir con los elegantones gangs neoyorkinos--. El escritor Andrea Camilleri explica en el estupendo libro Vosotros no sabéis la detención de Bernardo Provenzano, capo de la Cosa Nostra, en una miserable casa de campo de Montagna dei Cavalli, cerca de Corleone. Que Provenzano no quisiera hacer alardes de su fortuna no le exime de culpa ni rebaja su condición de delincuente.

A este capo se atribuye un rudimentario sistema de comunicación basado en pizzinis, pequeñas notas escritas en papel, fáciles de ocultar, en las que daba instrucciones a sus subalternos. Hemos sabido que Ferrusola también era aficionada a los pizzinis, en este caso con seudónimo de madre superiora, para dar órdenes bancarias. Demasiado bueno para ser verdad.