El grupo barcelonés de productos alimentarios The GB Foods logró en 2020 excelentes resultados a pesar del coronavirus. Anteriormente se llamaba Agrolimen y es una de las empresas de capital familiar más potentes del firmamento catalán.
Además ofrece otra característica singular. Se trata de uno de los mayores consorcios vernáculos que se mantienen contra viento y marea en manos de los sucesores del fundador, Luis Carulla Canals.
Este patriarca montó su primera instalación fabril, en plena Guerra Civil española. Elaboraba sopas de caldo concentradas, que luego adoptarían la legendaria marca Gallina Blanca. Al estallar el conflicto bélico, fue perseguido por el simple hecho de ser el amo de un modesto obrador en Barcelona. Para evitar que le dieran “el paseo” buscó refugio en el piso de unos amigos sito en la calle Comte Borrell, cerca de la Gran Via.
La totalidad del capital está controlada hoy por dos sociedades de cartera, Agrolimen y Converal Inversiones. Ambas dependen de una ristra de instrumentales pertenecientes a los miembros de la segunda y la tercera generación, es decir, a Lluís, Jordi, Mariona, Montserrat, Artur y Aurèlia Carulla Font, más sus 19 hijos. Estos últimos ejercen funciones cada vez más relevantes en el gobierno del conglomerado y ya empuñan la batuta de mando en las entidades patrimoniales.
La corporación GB Foods tiene ubicado el cuartel general en la plaza Europa de L'Hospitalet de Llobregat. Su facturación consolidada creció en 2020 un 26% en plena pandemia hasta los 1.270 millones de euros.
Gracias a tal impulso el beneficio se encaramó a 112 millones, casi el doble que el ejercicio anterior. Con cargo a él se repartió un dividendo de 18 millones.
Tras esa distribución, el grupo luce unos fondos propios de 1.288 millones, que superan incluso la cifra de giro. Pocas compañías de su género alcanzan por nuestras latitudes unas cotas semejantes.
La vida de Luis Carulla es una sucesión de éxitos. En los años cuarenta lanzó los populares cubitos de caldo Avecrem, que hicieron y siguen haciendo fortuna. Después, forjó alianzas con varias multinacionales americanas.
A este respecto, fue adelantado en la suscripción de acuerdos paritarios con firmas yanquis de primera fila. Utilizó por vez primera la fórmula del 50/50% en su buque insignia Gallina Blanca. Durante muchos años, el titán alimentario estadounidense Borden compartió la propiedad de esta rentable compañía con Agrolimen.
La misma receta paritaria repitió más tarde en Gallina Blanca Purina (hoy llamado Affinity Petcare), de piensos y comida para mascotas, que tomó de socio a Ralston Purina, también de EEUU.
Y volvió a reproducirse en Arbora, productora de los pañales Dodot, donde se asoció con la americana Tampax, de artículos de higiene femenina.
Año | Ventas | Beneficio |
2020 | 1.270 | 112 |
2019 | 1.007 | 58 |
2018 | 760 | 48 |
2017 | 730 | 39 |
2016 | 540 | 27 |
Pero no todo fueron logros positivos. También hubo fracasos estrepitosos. Por ejemplo, la saga catalana fue del brazo de la cadena de restaurantes de pollo frito Kentucky Fried Chicken para explotarla a medias. La iniciativa no dio los frutos apetecidos. Los Carulla escabulleron el bulto y dejaron plantados a los norteamericanos.
Tampoco funcionó la red Pizza World, que se traspasó a Telepizza, con un agujero mayúsculo. Ni las perfumerías Genesse, que acumularon un racimo de quebrantos hasta que el gigante Puig pasó a hacerse cargo de ellas.
Quizás el tropiezo más aparatoso fue el del matadero e industria cárnica Purlom-Mabresa, de Abrera (Barcelona). Desembocó en una abultada suspensión de pagos y los acreedores quedaron tirados en la cuneta.
Los seis veteranos hermanos Carulla Font cuentan actualmente entre 63 y 80 años. No hace mucho sufrieron graves problemas judiciales. En 2011 se les imputó por eludir el pago de impuestos a Hacienda mediante sociedades tapadera de las Antillas Holandesas, Uruguay, Costa Rica y otros paraísos fiscales.
El sexteto desfiló ante los magistrados para declarar. El lance tributario presentaba muy mala pinta. Se arregló en 2014 de una forma habitual por nuestros paralelos. En efecto, los acusados pactaron con la fiscalía y la abogacía del Estado. Apoquinaron 6,4 millones. Y hubo una única condena por delitos fiscales. La asumió el “hereu” Lluís Carulla Font. Entre los acuerdos se convino que no llegaría a pisar la cárcel. Así fue. Y es que cuando los protagonistas de los escamoteos tributarios son gente multimillonaria y se ventilan sumas copiosas de dinero, es bastante común que la sangre no llegue al río y que los responsables se vayan de rositas y eludan la trena. Eso sí, después de haberse rascado el bolsillo a modo.