Pensamiento

Los enemigos de Cataluña que no son tales

28 agosto, 2014 09:47

Nación, Estado, Soberanía... Desde hace una década en Cataluña no se habla de otra cosa, y no será por falta de temas más importantes para los ciudadanos de Cataluña, otrora indiscutible motor económico y vanguardia cultural de España, pero últimamente demediada por la obsesión identitaria de su clase dirigente.

Más que una reforma del Estatuto de 1979, lo que el primer tripartito pretendía era hacer un nuevo Estatuto basado en la bilateralidad entre Cataluña y España, como si de dos realidades oponibles se tratara

Por supuesto, la cosa venía de antes, pero todo se empezó a precipitar cuando, en el año 2003, las fuerzas que luego compondrían los dos tripartitos (PSC, ERC, ICV-EUiA) -entonces todavía en la oposición- firmaron el "Pacto del Tinell", por el que se comprometían a impulsar, en caso de sumar la mayoría suficiente para formar gobierno, una reforma del Estatuto catalán. De paso, se comprometieron como quien no quiere la cosa a excluir al PP de cualquier pacto de gobierno o de legislatura, en una de las decisiones más antidemocráticas que se recuerdan en España desde 1978. Descartar de entrada cualquier acuerdo con un partido tan democrático como el que más, que a la sazón no sólo gobernaba España con mayoría absoluta sino que además había obtenido en las últimas elecciones generales el apoyo de nada menos que 768.318 catalanes, por los ¡190.292! de ERC y los ¡119.290! de ICV-EUiA, resulta sencillamente vergonzoso. De ahí a catalogar al PP de enemigo de Cataluña, como desde entonces han hecho impunemente dirigentes de las fuerzas del Tinell y de otros partidos, el paso es corto.

Así pues, Cataluña ya tenía su propio enemigo exterior, el PP, y además su particular enemigo interior, también el PP. Dos por el precio de uno. De acuerdo con la lógica "amigo-enemigo", acuñada por el principal teórico del nacionalsocialismo, Carl Schmitt, el PP era a Cataluña lo mismo que a la España de Franco el separatismo, el judaísmo, la masonería y el comunismo juntos. En suma, la anti-Cataluña. Por suerte para el PP, pronto habría de compartir esa distinción con otros partidos como Ciudadanos, UPyD o incluso, paradojas del destino, el PSC, que, al paso que sus antiguos socios del Tinell redoblaban su desafío al Estado de Derecho en pos de un referéndum ilegal, se veía forzado a reconocer sus errores y asumir su edípico castigo. De esta forma, a juzgar por las últimas elecciones autonómicas, Cataluña tiene ya casi tantos enemigos como amigos en términos de voto popular, es decir, el imaginario enemigo interno se multiplica a causa del corrimiento antojadizo de quienes pretenden monopolizar la catalanidad.

Llegaron a la Generalidad y se pusieron a ello. Pero, más que una reforma del Estatuto de 1979 -el Estatuto de Sau, que ya situaba a Cataluña entre los entes subestatales con mayor autogobierno del mundo y que además había contado con un notable consenso no sólo entre los partidos sino también entre los ciudadanos de Cataluña que lo aprobaron en referéndum: 88,14% de votos afirmativos y una participación del 59,7% del electorado-, lo que el primer tripartito pretendía era hacer un nuevo Estatuto basado en la bilateralidad entre Cataluña y España, como si de dos realidades oponibles se tratara. Ya entonces se partía de la base de que Cataluña era un sujeto político y jurídico soberano, por lo que poco importaba lo que después pudiera decir el Tribunal Constitucional (TC) sobre los recursos contra el Estatuto: sí, el del PP, el partido excluido de antemano por un pacto antidemocrático, cosa que a menudo se olvida, pero también los del Defensor del Pueblo y el Gobierno de Aragón, entre otros.

Lo que ya resulta el colmo del cinismo es que olviden también que el mismo Consejo de Garantías Estatutarias ya advertía en el año 2005 sobre los posibles vicios de inconstitucionalidad del Estatuto aprobado por la Cámara catalana

Es más, el concertado ostracismo del PP no es lo único que sistemáticamente olvidan quienes lo promovieron. Olvidan que el PP no tuvo la posibilidad de presentar ante el TC un recurso previo de inconstitucionalidad -es decir, anterior al referéndum de aprobación del Estatuto- porque nuestro ordenamiento jurídico no lo prevé desde que, en 1985, fue suprimido por el gobierno de Felipe González. Pero lo que ya resulta el colmo del cinismo es que olviden también que el mismo Consejo de Garantías Estatutarias (antes Consejo Consultivo) -cuyo último dictamen sobre la Ley de Consultas que prepara el Parlamento catalán es presentado por los soberanistas como aval incontestable a su determinación de convocar un referéndum de autodeterminación- ya advertía en el año 2005 sobre los posibles vicios de inconstitucionalidad del Estatuto aprobado por la Cámara catalana. Entre otras cosas, el Consejo avisaba (véase el Fundamento 2 del dictamen de 2005) de que el sustantivo "nación" y el adjetivo "nacional" aplicados a Cataluña sólo podían ser constitucionales en la medida en que no entraran en contradicción con el término "nación" que recoge la Constitución española en su artículo 2, que hace referencia al concepto de soberanía y que sólo es predicable con respecto a la nación española. Lo mismo que, mutatis mutandis, diría el TC 5 años después, que Cataluña no es sujeto de soberanía; por lo que la indignación con que los promotores del Estatuto recibieron la sentencia sólo puede entenderse como un ejercicio de deshonestidad. Poco o nada les importaba lo que dijera el Alto Tribunal -que, por otra parte, dictó una sentencia de lo más deferente con el Legislador autonómico- sobre el Estatuto; tanto es así que la manifestación en contra de la sentencia fue convocada antes de conocer su contenido íntegro. Eso también lo olvidan. Y lo último que olvidan es que el entonces presidente de la Generalidad, José Montilla, que había decidido encabezar la manifestación bajo el profético lema "Som una nació. Nosaltres decidim", tuvo que salir escoltado huyendo de la vesania de los intolerantes. Es importante recordarlo porque en el olvido está el triunfo de la versión monolítica de Cataluña que quienes lo fomentan quieren imponer.

Nación, Estado, Soberanía... Han pasado diez años y seguimos hablando de lo mismo día tras día, como una pesadilla que se repite y de la que los catalanes sólo despertaremos el día que constatemos en bloque lo que muchos ya venimos advirtiendo desde hace tiempo: que los supuestos enemigos de Cataluña, los de siempre y los de nuevo cuño, ni eran ni son tales.