Una de las propuestas podemitas más aplaudida entre sus seguidores es la exigencia del reconocimiento de los derechos históricos de los pueblos, entendidos como naciones y no como entes de otro tipo. Parece que lo más cool es ser muy pluri. Ser autonomista es ya viejuno, rancio, conservador, reaccionario. Qué lejos queda el modelo del 78.

Los podemitas mesetarios son los últimos en subirse a este carro. En la Cataluña nacional hace tiempo que se da por hecho la identificación directa entre un autonomista y un unionista, cuya combinación resultante es un facha. En los últimos meses se ha precisado aún más. Ahora ya se distingue a un autonomista de un federalista. Atención, éste no es unionista sino unitarista que, llegado el momento sublime de la desconexión, no molestará y se le podrá perdonar la vida. La bula nacional de indulgencia se les ha concedido porque los unitaristas han marcado distancia con los fachas del 78, al ser partidarios del derecho a decidir en un referéndum, aunque discrepen de la unilateralidad, un aspecto menor.

Ahora ya se distingue a un autonomista de un federalista. Atención, éste no es unionista sino unitarista que, llegado el momento sublime de la desconexión, no molestará y se le podrá perdonar la vida

La paradoja es que a las reivindicaciones de la pluralidad se ha llegado desde la hegemonía ideológica del partido único. El discurso del Partido Nacional de Cataluña desde 1980 ha sido monotemático, victimista y esperanzador. Su estética ha sido tan triunfante que todas las élites y su clientelas, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, se han amparado en el reaccionario anhelo de una nación grande y libre. Poco importa la extensísima, arraigada y putrefacta corrupción. En un régimen de partido único la corrupción no existe, forma parte del sistema, de manera natural.

No creo que la cupaire Anna Gabriel se oliscase la axila por su falta de higiene, sino porque en la mayoría de los escaños del Parlament huele mal. Es tan compartida y envolvente la peste nacional que ella ya no puede distinguir si es su axila la que emana tan fétidos efluvios. El procés es pura miasma. Quizás aún no ha caído en la cuenta que lo más cool no es lo más pluri, sino lo más putri, putrinacional.