Mucho se ha publicado sobre la historia de la introducción, violenta o no, del castellano en Cataluña. Algo menos de atención han recibido los estudios sobre su uso entre los catalanes, y muy poca repercusión han tenido las investigaciones sobre el conflicto lingüístico de los emigrantes castellanohablantes en Barcelona, al menos, desde mediados del siglo XX. Todavía hay quien duda de las distintas formas de represión que sufrieron estos últimos por hablar en determinados ámbitos en su lengua materna en pleno franquismo --aunque fuera la oficial-- y, por supuesto, desde la toma de la Generalitat por el nacionalismo catalán más germanófilo.

La labor censora, desplegada por ideólogos y practicantes de la escola catalana y normalizada desde el poder autonómico con la connivencia del poder central, ha conseguido arrinconar las múltiples prácticas lingüísticas que se vivieron en el pasado, sea lejano o reciente. El discurso que se ha impuesto como el único cierto es el de la represión --sin más-- de la lengua catalana.

Pese a la paradójica hegemonía política y cultural del victimismo catalanista, la historia es tozuda y emerge de tanto en tanto para dejar en evidencia que el abuso maniqueo del esquema del catalán bueno y el español malo es simplón y simplista. Quizás el común de los fieles nacionalistas desconoce, por ejemplo, que los préstamos e interacciones lingüísticas han sido en ambos sentidos y mucho más cotidianos y fluidos de lo que sus clérigos actuales les comunican en sus respectivas homilías.

En un excelente estudio de la filóloga Marta Prat, presentado en la UAB como tesis en 2003, es posible conocer con todo detalle muchos de esos préstamos del catalán en el léxico español, sobre sus relaciones y convivencia o la dirección concreta del proceso de transferencia de los elementos intercambiados entre sí. Son más de 700 los catalanismos reconocidos como tal, muchos en desuso, pero otros en plena vigencia. Algunos ejemplos de palabras que se utilizan en el resto de España y que son de procedencia catalana son: alioli, alojar, buque, cacerola, capicúa, coliflor, dietario, estamento, forajido, grúa, linaje, litera, mercader, metal, payés, retrete, sota, trompeta, ultraje, vanguardia, etc. Sin olvidar que el orgullo español es un préstamo del orgull catalán, o la etimología del símbolo más universal de España, el Quijote, procede de cuixot.

Las lenguas hispánicas y sus hablantes han convivido y compartido léxico durante siglos, pese a los proyectos uniformizadores centralistas o periféricos. Sólo cuando los fanáticos, españolistas o catalanistas, han tomado las riendas del poder suceden conflictos que derivan en imposiciones y exclusiones. La reciente decisión de la consellera Geis de controlar, severa y semestralmente, el uso efectivo de la lengua catalana en las universidades es otro ejemplo claro y meridiano de la injerencia de un poder uniformizador en las prácticas lingüísticas docentes cotidianas. Ni siquiera la Inquisición llegó tan lejos, salvo cuando alguien blasfemaba en la lengua que fuera delante de algún católico escrupuloso, entonces se producía el escándalo y la delación.

Para los fanáticos nacionalistas ahora ya blasfema todo aquél que no habla en catalán, en el aula o en el patio. Desde la militancia fascistoide ese acto es un escándalo, luego queda más que justificada la represión, empezando por la que llevan cabo fuerzas paramilitares como la Plataforma per la Llengua. En fin, tiempo al tiempo porque qui sembra vents, recull tempestats.