Malversación, fraude, prevaricación y falsedad documental. Como currículum, da para pasearse con la cabeza bien alta en el Chicago de los años 20. De eso acusa el Tribunal Supremo a Laura Borràs, la portavoz de Junts per Catalunya en el Congreso. No es extraño que la expresión catalana anar de mal borràs tenga en castellano su equivalente en "como puta por rastrojo". Así va la Borràs, como puta por rastrojo. Así va el prestigio de Cataluña, si es que alguna vez lo tuvo.

Antes de ser portavoz y antes de ser consellera, Laura Borràs dirigió la Institució de les Lletres Catalanes, donde presuntamente cometió los delitos de que le acusa el magistrado Marchena. Y es de suponer que no cometió más porque no le dio tiempo, porque hay que ver la maña que se dio, en sólo cuatro años, para adjudicar contratos a un tal Isaías, con quien mantenía una "relación personal" (sic). Las relaciones personales no son malas en sí mismas, salvo cuando salen entrecomilladas en un sumario judicial. Es entonces cuando todo el mundo entiende por personales algo más que personales, y cuando suelen llevar aparejados problemas matrimoniales además de judiciales. Por definición, los amigos son siempre personales, razón por la cual cuando un juez añade el "personal" al "amigo", no lo hace gratuitamente y estamos autorizados a dejar volar la imaginación.

El común de la gente piensa que si alguien comete cuatro delitos de una tacada para favorecer a un "amigo personal", muy personal ha de ser tal relación. Los que piensan eso no conocen la Cataluña nacionalista. Aquí los contratos amañados no dependen de nada sexual ni sentimental, ni siquiera amistoso, aquí cuando alguien tiene suficiente poder para adjudicar un trabajo con una simple firma, le coge gusto a hacerlo irregularmente.

--¿De qué sirve llegar al poder si no puedo hacer lo que me dé la gana, cuanto más irregular e ilegal mejor?-- piensa el político nacionalista catalán. Y allá se lanza, en un afán más por favorecer a su propio ego que a "amigos personales", aunque eso nunca está de más, no vamos a engañarnos (llegados a este punto, pueden dejar volar de nuevo la imaginación).

Además, chiringuitos como la Institució de les Lletres Catalanes y otras muchas de parecida índole y nombre igualmente pomposo, sirven esencialmente a dos funciones: colocar en ellos a amigos, familiares o conocidos, y ayudar desde allí a amigos, familiares y conocidos. Nadie en su sano juicio puede creer que Laura Borràs --y tantos otros como ella que han ocupado y siguen ocupando sillones en Cataluña-- va sentarse en su poltrona y va a conformarse con cobrar su generoso sueldo. Eso sería suficiente para mindundis como usted, lector, o como yo. La Borràs sabe lo que se espera de ella y no va a cumplir como gestora ejemplar, puesto que defraudaría a quienes le depositaron su confianza. Eso es Cataluña y, por si fuera poco, este partido es Junts per Catalunya, heredero ni más ni menos que de la Convergencia de toda la vida.

Desde el preciso momento que el Tribunal Supremo solicitó el suplicatorio que debería sentar a la Borràs en el banquillo --esperemos que con una fila 0 en la que puedan sentarse todos los "amigos personales" que lo deseen--, la diputada afrontó su defensa de la manera más práctica: puesto que pocos atenuantes puede esgrimir ante acusaciones tan bien fundadas, en el último pleno decidió subir a la Tribuna con un vestidito blanco para destacar ante España su inocencia virginal, para dejar claro que es una ingenua niñita de la que algún amigo personal se aprovechó, a saber con qué oscuras intenciones. Blanca y radiante, no faltó más que un sacerdote administrándole la primera comunión.