Pensamiento

Las Españetas

12 enero, 2016 00:00

El renombrado periodista Gaziel escribió que "sería terrible que la España ideal, la única viva, sólo existiese entre sombras, más allá de la muerte". Esta frase de un catalanista como Gaziel rebasa el mero juego de palabras y da que pensar. Hay en ella una clara simpatía por España, incluso se puede decir que contiene una suerte de españolismo.

Alude a una España ideal calificada de "la única viva", algo que podemos interpretar como la única con valor. El drama, para Gaziel, sería que ésta fuera etérea y estuviese fuera del horizonte, "más allá de la muerte". Esa España viva pertenecería a la "palabra viva" que postulaba el poeta Joan Maragall.

¿Qué hacemos entonces con la realidad que no es el ideal? ¿Qué hay que hacer con la realidad social de las otras Españas?

¿Qué hacemos entonces con la realidad que no es el ideal? ¿Qué hay que hacer con la realidad social de las otras Españas? El objetivo no puede ser otro que conducirlas a la regeneración, elevar el nivel y procurar una distribución de la riqueza lo mejor posible, tanto económica como moral e intelectual. Lo contrario es destructivo y suicida. No se puede dejar que todo se pudra. Siempre es hora de aunar voluntades y esfuerzos.

Sería interesante disponer de un término para referirse a esas realidades que andan muy por debajo del nivel necesario para llevar una vida humana y razonable. Así se marcarían las diferencias ante cualquier impostura y suplantación. Se trataría de fijar el retrato de un modo de hacer cutre o tramposo, acompañado de arrogancia y desprovisto de sentido del ridículo o de dignidad; estos procederes avergüenzan y empujan al distanciamiento para escapar del bochorno que salpica a toda una comunidad.

Para nuestro país, disponemos del término 'Españeta', originado hace más de cincuenta años por el abogado barcelonés Eduardo Vivancos. La referencia nos alcanza por su amigo el escritor Carlos Rojas y hace un tiempo les hablé de ella.

Ya no se trata sólo de que el almirante Carrero Blanco propusiera 'muy seriamente' al general Franco que se proclamase rey el 1º de octubre de 1942, como menciona Rojas, sino de mil obscenidades chabacanas de la gente de a pie, que siempre son contagiosas. El término 'Españeta' rima con la España de charanga y pandereta, una España de opereta.

Digamos que opereta es una voz de origen italiano que describe un espectáculo musical menor, afectado y ridículo, de origen francés. Y que pandereta es diminutivo de pandera, un pandero con sonajas o cascabeles; de nuevo algo ruidoso y 'menor'. Esta es la clave.

Todo país tiene su sombra grotesca que pugna por suplantarle su faz más humana y su patrimonio más civilizado

El amplio repertorio de memeces y trampas produce, sin duda, adherencia y arraigo. Tiene sus exaltados y concienzudos practicantes, así como sus exaltados y apasionados detractores. Unos y otros confunden la parte con el todo; unos y otros son las dos caras de una misma moneda. Todos enfrascados en la ideología primaria que comparten: el nacionalismo, creencia alérgica a la duda y a la flexibilidad y, por tanto, al juego de ideas. Tanto da el nombre del objeto de su pasión. Hay quienes siempre se les llena la boca con la palabra España (pongamos también Cataluña o Euskadi) o bien para jalearla boba y falazmente o bien para escupirla cretina o estúpidamente. Unos y otros dan la espalda a la mejor versión: integradora, cercana, lúcida, compasiva.

Todo lo real corre riesgo de distorsión: impostura y exageración. Todo país tiene su sombra grotesca que pugna por suplantarle su faz más humana y su patrimonio más civilizado. Hay que saber distinguir los márgenes que se dan: "¡Ah, usted me está hablando de la Españeta pero no de España, que es otra cosa!".

Unos acaparan lo que no pueden, y otros se aprovechan de esa apropiación para escupir sobre algo que les pertenece, lo quieran o no. Demencia y alienación colectiva.

En el mismo sentido va la palabra 'Cataluñeta', formulada, me cuenta Rojas, por otro catalán, el escritor Joan de Sagarra. En este caso prevalece el subrayado del afán particularista, el cual alcanza de forma inexorable extremos ridículos. No pocos catalanes sentimos una curiosa vergüenza 'ajena', la vergüenza de que, en cuanto catalanes, nos puedan emparejar con tipos que expresan en público malicias o disparates pretendiendo acaparar la catalanidad, algo imposible pero que es real. Se podría hacer asimismo un interminable catálogo con la 'Euskadieta'. En suma, hinchazones que hay que prevenir para no quedar confundido o devorado por 'lo mejorcito' de nuestra sociedad.