Hacer vaticinios electorales, especialmente en tiempos en que todo es tan mudable, resulta bastante más que una temeridad, es un disparate. Nunca el votante había sido tan voluble como ahora. Los mismos sondeos afirman que un tercio del electorado aún no ha decidido que hará y que, un mínimo del 10% de los votantes acaba optando por el color de la papeleta una vez está en el colegio electoral y ya no le es posible demorar más la decisión. Puede pasar de todo y, en la última semana, cualquier hecho inesperado, un resbalón imprevisto puede tener efectos notorios ahora que todo se ha convertido en algo básicamente emocional. Pero si nada se tuerce, parece que el PSOE puede mantener el poder, pero ahora con una fuerza que puede resultar casi histórica, teniendo en cuenta la debilidad de la que partía. Pedro Sánchez, con la solidez política del cual hace unos pocos años no confiaba casi nadie, habrá vuelto a caer de pie y conseguirá dar la vuelta a una situación política española que no parecía augurar nada bueno para las izquierdas y para aquellos que tienen una visión abierta y plural de su composición. Hasta hace cuatro días, todo venía condicionado por la política catalana o, mejor dicho, por la centralidad que en la agenda mediática había conseguido situarse el proceso independentista.

Estos años de discurso “procesista” de descalificación y menosprecio hacia todo lo "español" ciertamente ha dinamitado y puesto patas arriba la política española. El mismo surgimiento de Ciudadanos no se entiende sin esta rebelión clasista de las clases medias catalanas, como tampoco la eclosión de Vox o la deriva histérica y ultraderechista del Partido Popular de Pablo Casado que tan bien sintetiza la reaparición de un cuasi fantasmal José María Aznar. Toda la derecha hispánica ha focalizado el tema, apelando así al voto estomacal de la España más rancia, intentando construir un retrato de un PSOE débil y entregado al empuje secesionista. Al parecer el electorado mayoritario es bastante más prudente y poco partidario del regreso de discursos tan casposos y primarios. Hay errores muy elementales entre los estrategas de la derecha. Siguiendo a Vox hacia el extremo, el PP y Ciudadanos han dejado una enorme autopista central de votantes a disposición del PSOE. Justamente en unas elecciones generales forzadas por el independentismo, que bloqueó incomprensiblemente y absurda los presupuestos del Estado, este sector confrontado entre él al menos de forma binaria, puede convertirse en irrelevante los próximos años en la política española. Será toda una novedad y un descalabro estratégico. Habrán conseguido que ya nadie los quiera y se los pueda permitir como socios, y los resultados que se apuntan parecen irlo confirmando. Aspirar a ser una "minoría de bloqueo" como ha argumentado ERC, resulta un muy pobre planteamiento político, y con el candidato que presentan, más que tener interlocuciones, parecen querer continuar representando performances que zahieran en la tribuna de oradores. De Junts per Catalunya (JxCAT) parece que sólo quedará una pequeña muestra. Entre tantas afirmaciones estentóreas, tantas ocurrencias contradictorias y con el juicio del 1-O ya muy cansino y bastante amortizado entre la opinión pública, les queda un triste recorrido.

Que en la aritmética de los resultados electorales el independentismo acabe siendo intrascendente, sin duda resultará una buena noticia para la situación política española y que, finalmente, se puedan afrontar las múltiples políticas sociales y económicas progresistas necesarias, sin un ruido de fondo catalán que acaba por resultar la gran coartada de la derecha para practicar un discurso de la destrucción. La política española podrá recuperar normalidad y lo hará liberada de una cruzada identitaria catalana que sólo sirve para ensalzar y reforzar las pulsiones más carcas y esconder las incapacidades propias. Si esta situación se da, Cataluña durante años no condicionará ni pintará mucho en el debate político español, más allá del cómo y el cuándo se instrumentan los indultos. Tiempo para reorientar estrategias y bajar de algunos carros que ciertamente no conducen a ninguna parte. Pero también tiempos movidos y complejos. Habrá quien no podrá ya más obviar el explicar a aquellos que todavía creen que la República está al caer, que tendrán que esperar, que todo era un juego y que iban de farol. La verdad, un triste e ineludible papelón muy poco envidiable de tener que representar.