Pensamiento

La ventana yin yang de Puigverd

18 enero, 2015 11:44

El escritor y periodista Antoni Puigverd ha escrito un libro delicado y hermoso: La ventana discreta, pleno de emociones y de reflexiones al compás de la rueda del tiempo estacional. En sus páginas asoma “el impagable perfume de tierra mojada” y “el verdadero sabor de alcachofas y cebollas tiernas”, degustadas en su infancia: el afán por reconvertir la añoranza en amenidad. El reconocimiento de sabores y visiones que nos conforman, la conciencia de que “cuando nacen, las hojas insinúan el color que tendrán al morir”. Unas estancias en Soria, “ciudad pequeña y delicada”, en la que pasó días de verano “frescos y luminosos”. En su recorrido vital, aquí recogido, hay un escrito entrañable que quiero resaltar: La amiga de Cervantes, en busca de la huella cervantina. Puigverd señala lo difícil que es pensar libremente y no someterse a los tópicos ambientales: “el peso de las convenciones asfixia la reflexión; y la presión del entorno la condiciona”. Nunca el sentir los colores debe adormecernos las neuronas, dirá. Lamenta nuestro escritor que el fútbol sea ahora una ‘fábrica de odio’ y que los rencorosos triunfen siempre que se lo proponen. Pero al lado del sol vienen a veces las sombras.

Puigverd señala lo difícil que es pensar libremente y no someterse a los tópicos ambientales: “el peso de las convenciones asfixia la reflexión; y la presión del entorno la condiciona”

Dos párrafos, en especial, me han chirriado en todo el contexto de este bello cuaderno; lo cortés no quita lo valiente y los comentaré. El primero: “un enjambre de intelectuales contemporáneos ha coqueteado con más o menos gracia y pertinencia en los despachos y canonjías del poder: de Baltasar Porcel a Félix de Azúa, por citar a dos opuestos. O de Antonio Muñoz Molina a Vicenç Villatoro”. Veamos. Estas comparaciones son desafortunadas y desorientadoras. En efecto, De Azúa fue director del Instituto Cervantes de París entre 1993 y 1995, y dimitió de su cargo por diferencias con el Ministerio correspondiente. ¿Hubo coqueteo suyo con el poder para acceder a este puesto? Parece claro que no. Sin entrar en honduras, Porcel presidió el Instituto Catalán del Mediterráneo desde su fundación, en 1989, hasta el año 2000. ¿Eran comparables los presupuestos manejados por uno y otro?

Prosigamos, ¿son comparables los talentos literarios de Antonio Muñoz Molina y Vicenç Villatoro, y lo son sus conexiones con el poder político? Ustedes mismos. ¿Ha sido alguna vez dócil aquél con lo establecido? Evidentemente que no, y es fácil de comprobar. Prefiero no hurgar en la herida, ni buscar más nombres y apellidos; algo sencillo para cualquiera que sepa cómo van las cosas de nuestro entorno. Asusta que el ‘tener ideas claras’ implique “señalar al otro haciéndolo portador de una rareza o de una diversidad que hay que corregir, enmendar, censurar, prohibir, perseguir, extirpar. No lo hacen sólo los demás. También tú lo haces. También nosotros”; son palabras de Puigverd.

El otro párrafo que me hubiera gustado no leer -en este, por lo demás, precioso libro- me parece más lamentable. Ahí va: “No existe escritor o periodista con sentimiento de pertenencia inequívocamente español que no haya escrito mil veces la crítica del nacionalismo catalán partiendo de Habermas. Ninguno de ellos, sin embargo, ha tenido la honestidad intelectual de reconocer que la lectura de Habermas que se ha hecho en España es meramente retórica, cuando no tramposa, dado que, sin una previa y profunda Vergangenheitsbewältigung, no es factible un auténtico patriotismo constitucional”. Vayamos por partes. La larga e intimidante palabra en lengua alemana significa un enfrentarse al pasado o, como el propio Puigverd señala un poco antes, “una crítica sincera y radical del pasado”, una catarsis de la culpa histórica. Ahora que lo vuelvo a leer me convenzo de que no merece la pena argumentar ante rotundas expresiones, desencajadas e inciertas como estas. No comparto el parecer de Puigverd de que “los resentidos triunfan siempre que se lo proponen”. No sobre quienes además de sentirnos ‘inequívocamente’ españoles y catalanes –la mayoría de la ciudadanía catalana- rechazamos las trampas con lecciones morales; en este caso, de quienes controlan los tópicos y las insidias en nuestra tierra, la Cataluña hoy oficial. Es una lástima que esas palabras desluzcan un bello libro.