Pensamiento

La responsable es Inglaterra

17 septiembre, 2014 08:59

Los únicos que no se han sorprendido del aumento del Yes en las encuestas del referéndum escocés han sido los propios escoceses y los residentes que tenemos derecho a voto. Si el Reino Unido se rompe o queda en un estado comatoso, no será porque el nacionalismo convenció, no; los responsables serán los políticos ingleses, con Cameron a la cabeza, quienes perpetraron una campaña cuyo mensaje real ha parecido ser: “Vete, que no nos importa”. Ese margen cada vez menos estrecho en la gráfica son los que no simpatizamos con la idea de la independencia pero no nos está quedando otra que sospechar de la desigualdad de ese matrimonio con Inglaterra. ¿Por qué?

La propaganda de la unión ha estado llena de estos errores garrafales de estrategia, lo que de nuevo empuja a pensar que si a Inglaterra le interesara Escocia, lo habría orquestado mucho mejor

1. La desidia. Por más que hemos intentado defender y creer en las virtudes de la unión, David Cameron y otros políticos de Westminster no llegaron a Escocia hasta hace dos semanas cuando al enfermo lo trasladaban a la UVI tras dos años de campaña. Escocia es profundamente anti-tory y muchos consideraron que su presencia podía ser nociva para la campaña. Quizá sí, pero ¿cómo interpretar que el Primer Ministro no intente defender con uñas y dientes una unión de trescientos años cuya disolución puede costarle la cabeza? ¿Como desidia o como soberbia?

2. Donde dije digo, digo Diego. Better Together (la campaña unionista, “Mejor Juntos” en castellano) ha sido la campaña de la improvisación. Alistair Darling, político laborista escocés a su cabeza, repitió hasta la saciedad que Escocia no podía compartir la libra con el resto de los países de la unión argumentando que los matrimonios que se divorcian rompen las cuentas conjuntas. La metáfora suena convincente pero una separación política dista mucho de ser un estado civil que se disuelve, con lo que finalmente Darling aceptó la realidad de que Escocia podría usar la libra tal y como Panamá usa el dólar.

La propaganda de la unión ha estado llena de estos errores garrafales de estrategia, lo que de nuevo empuja a pensar que si a Inglaterra le interesara Escocia, lo habría orquestado mucho mejor. Por ejemplo, no darse cuenta del sexismo que destilaba un anuncio para convencer a las mujeres a que rechazaran la separación lanzado el mismo día que se envió el voto por correo. En éste un ama de casa hablaba a cámara en el único momento libre que tenía en el día, cuando los niños estaban en el colegio y su esposo en el trabajo. En su vida no había tiempo ni para reflexionar pese a que su marido la presionaba a todas horas para que se decidiera; además, su nivel cultural era tan bajo que a la hora de referirse a Alex Salmond, el Primer Ministro de Escocia, lo llamaba “ese tipo de la tele”. El efecto, claro, fue el contrario y las redes sociales se incendiaron. Es probable que el referéndum esté ya muy decidido por los que echaron sus papeletas al buzón inspirados por el calentón.

3. La luz versus las tinieblas. En la campaña de la independencia no ha habido apenas mensajes negativos contra Inglaterra cuando podían haber sacado una larga lista de afrentas históricas. El Yes ha sido inteligentemente positivo (tanto, que la mayor crítica recibida es su utopía): en una Escocia independiente habrá mejores trabajos, la renta per capita subirá, las universidades y las guarderías serán gratis, no existirán listas de espera en los hospitales y otra serie de hechos que nos acercarán al paraíso más que ningún otro lugar en el mundo. Menos el sol, Escocia lo tendrá todo; será un país hermoso y vivaz en el que no caben las emociones negras. En paralelo, BT se ha centrado en el cataclismo que supondrá la ruptura para los escoceses: las empresas abandonarán el territorio, el sistema sanitario no se sostendrá, el país no tendrá dinero para pagar las pensiones, no se verá la BBC y, sin la bendición inglesa, Escocia vivirá en la oscuridad.

La credibilidad y la endogamia de los dos grandes partidos, los Tories y los Laboristas, está en el mismo lugar que la del PSOE y el PP

Los unionistas jamás han mencionado las ventajas de cooperar entre ambos territorios, lo que reciben de Escocia o los lazos históricos y culturales que comparten. Una amiga especialista en comunicación corporativa me comentaba que una de las reglas básicas para las empresas es hacer creer a cada uno de los trabajadores que son únicos, que la compañía se derrumbaría sin ellos aunque no sea verdad, pues así serán más felices y más productivos.

4. La casta. La credibilidad y la endogamia de los dos grandes partidos, los Tories y los Laboristas, está en el mismo lugar que la del PSOE y el PP; y al líder de los Liberales, Nick Clegg, Viceprimer Ministro por su actual coalición, siempre lo retratan como un Pinocho tras aceptar reformas como el incremento de tasas universitarias. Aquí no tenemos a Podemos pero la balanza del radicalismo crece en el lado de la derecha con el antieuropeísta y xenófobo UKIP disparándose. Está ocurriendo en toda Europa, los sondeos franceses le daban a Le Pen una mayoría aplastante el fin de semana pasado.
Pero esta ruptura supone mucho más, implica también deshacerse de la Cámara de los Lores, pandilla formada por obispos de dilatada carrera y otros miembros elegidos por la Reina, bien de motu proprio o sugeridos por el Primer Ministro con posibilidad de discutir futuras leyes. Romper es muy tentador, pues supone también empezar una nueva vida democrática en limpio, sin corruptelas, decepciones ni suspicacias y sin una entidad oxidada en un país al que se le llena la boca con la palabra democracia.

5. Las ofrendas de último minuto. El lunes de la semana pasada por la noche Gordon Brown prometió en nombre de los tres grandes partidos una mayor autonomía fiscal a Escocia si rechaza la independencia. Este regalo a los dioses como si el Reino Unido estuviera a puntito de entrar al quirófano se produjo cuando sólo faltaban diez días para el referéndum y esto delata dos cosas: la situación es realmente crítica e Inglaterra necesita al norte mucho más de lo que demuestra. Si no, ¿a qué este repentino y desesperado interés? La duda que muchos teníamos respecto a la viabilidad económica de una Escocia independiente nos la respondieron los ingleses: sí, es posible.

Ese mismo lunes por la noche leí en Facebook un chiste muy gracioso y certero titulado “El viejo truco”. Mostraba un mapa de la isla rompiéndose por la frontera entre los dos países, Escocia se despedía diciéndole “Te dejo”, a lo que Inglaterra le respondía “Estoy embarazada”. Quizá este último revés funcione y la unión se salve, tal y como pasó en Quebec en 1995 haciendo un movimiento similar en el último minuto. En tal caso Cameron respirará tranquilo y conservará su trono al menos hasta el fin de la legislatura, pero ¿cuánto tiempo más puede aguantar un matrimonio de este tipo?