¿La muerte de la inmersión lingüística?

José Antonio Sorolla
6 min

Algunos medios independentistas han reaccionado a la última sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) sobre la lengua destacando que la resolución acaba con la inmersión lingüística en Cataluña. Pero, como diría Mark Twain, las noticias sobre la muerte del modelo lingüístico catalán son prematuras. La hipérbole, en este caso, tiene el objetivo de exagerar el peligro para mejor defender el statu quo. 

La Generalitat, sin embargo, no tiene ninguna intención de cumplir la sentencia, que fija en un 25% el porcentaje de castellano en la enseñanza y el paso de dos asignaturas en esta lengua a tres, con la condición de que la tercera sea troncal y de materia no lingüística. No la cumplirá, como ya hizo con anteriores sentencias, porque ya ha anunciado un recurso ante el Tribunal Supremo y porque argumenta que la entrada en vigor de la ley Celaá dejará sin efecto la resolución.

El recurso a la ley Celaá es muy discutible porque la nueva norma educativa elimina el castellano como lengua vehicular, pero en realidad deja la cuestión igual que estaba antes de la ley Wert, que fue el primer texto legal que mencionaba el castellano como lengua vehicular. Antes, ninguna ley educativa lo había hecho y esa ausencia no influía para nada en las resoluciones de los tribunales sobre la inmersión. La polémica lingüística nunca ha dependido de una mención más o menos explícita sobre la condición del castellano como lengua vehicular. Además, como la enseñanza es una competencia exclusiva de la Generalitat, el sistema educativo se rige por el Estatut y por la ley de Educación de Cataluña del 2009, que no se han modificado en absoluto. 

Es decir, que las cosas continuarán igual, aunque el recurso ante el Supremo fuera rechazado porque ya ha habido sentencias del alto tribunal en un sentido similar al de esta última del TSJC y tampoco se han aplicado. La cuestión de fondo no son las sentencias ni los porcentajes, sino la decisión de los partidos que gobiernan en la Generalitat y de otros que no lo hacen, pero apoyan el modelo, de mantener a toda costa el catalán como única lengua vehicular en la enseñanza.

La inmersión lingüística es una cuestión muy delicada, que se ha convertido en un tabú que es muy difícil romper porque ello comporta descalificaciones inmediatas y procesos de intenciones sobre las verdaderas razones de los discrepantes. ¿Que haya una tercera asignatura en castellano es un brutal ataque a la escuela catalana, como arguyen los defensores acérrimos de la inmersión? ¿El modelo educativo y la necesaria promoción del catalán se quiebran porque se introduzca un 25% de clases en castellano?

Además de la promoción del catalán como lengua minoritaria y minorizada frente al castellano, el principal argumento para implantar la inmersión fue que así se evitaba la ruptura de la cohesión social. Pero este es un motivo tan elogiable como manipulado. La cohesión social se rompería si se hubiesen establecido dos redes escolares, una en castellano y otra en catalán. Por eso todo el mundo aceptó que la red escolar debía ser única. Ahora bien, esa red también podía ser una sola, sin separar a los alumnos por la lengua, pero bilingüe. La cohesión social no sufriría en absoluto si los alumnos asistieran a la misma aula con dos lenguas en convivencia, aunque se primara el catalán por su condición de minoritaria.

Pese a que no se reconozca, en la decisión de establecer el catalán como lengua vehicular única se esconden una aspiración al monolingüismo y el deseo de tratar al castellano, lengua materna de al menos la mitad de los catalanes, como lengua de segunda. Por cierto, quienes en el tardofranquismo reivindicaban justamente la enseñanza en catalán por su  condición de lengua materna hace muchos años que olvidaron el argumento para el caso del castellano.

Estos intentos de relegar la jerarquía del castellano no se producen solo en la enseñanza, sino también en el uso público oficial. Cuando recientemente se le reprochó a la alcaldesa Ada Colau que utilizara el castellano en Instagram “para llegar al máximo número de gente posible”, uno de los razonamientos fue que nadie se imaginaría a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, afirmando que no hablaba francés para llegar a más gente o a la canciller Angela Merkel diciendo lo mismo sobre el alemán (se supone que en referencia al inglés). Pero esa comparación, que se repite en muchas ocasiones, olvida que el castellano en Cataluña no es como el inglés en Francia o en Alemania. Es un idioma tan oficial y tan propio de Cataluña como el catalán y con el mismo derecho a usarlo.

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¿Quién es... José Antonio Sorolla?
José Antonio Sorolla

Periodista desde 1974. Ha sido redactor jefe de El País, director adjunto de El Periódico de Catalunya y corresponsal de ambos diarios en París.