El franquismo irrumpió en la historia con un golpe de Estado, la sembró de muertos en una guerra civil y se perpetuó cuarenta años en una dictadura.

Buscar qué tragedia de las tres perturba más nuestras vidas diarias aún hoy podría clarificar el anómalo comportamiento de la izquierda frente a la defensa de España como nación.

A pesar de los intentos irresponsables de Zapatero por retrotraernos a la Guerra Civil como recurso electoral, son las huellas que dejó el franquismo durante esos cuarenta años de dictadura las que están influyendo más negativamente en nuestras vidas. Puede que sean la causa de que esté renunciando a la defensa de España como espacio del bien común, en favor de los privilegios territoriales. No se entiende que partidos nacidos para defender la igualdad de los ciudadanos frente a las desigualdades sociales se dediquen a apuntalarlas cuando tales desigualdades las defienden los territorios. Que lo haga la derecha es parte de la lógica de su ideología; que lo defienda la izquierda es un atentado contra todos los principios que la inspiraron históricamente.

¿Qué le pasa a la izquierda? ¿Por qué le avergüenza España? ¿Por qué cuando hay que decidirse entre igualdad y nacionalismo siempre acaban decantándose por éste último?

¿Qué le pasa a la izquierda? ¿Por qué le avergüenza España? ¿Por qué cuando hay que decidirse entre igualdad y nacionalismo siempre acaban decantándose por éste último? Fíjense en la CUP, en el Podemos desguazado por mil Mareas, o en el PSOE influido por el PSC.

Puede que la respuesta esté en la confusión entre el régimen franquista y el Estado español, que arrastran desde la dictadura. El nacionalismo de Franco estuvo tan obsesionado en identificar su régimen con España que sus propias víctimas necesitan distanciarse de España para alejarse del franquismo. Empezando por la izquierda. Un disparate. Es como si la izquierda alemana actual confundiera el régimen nazi con Alemania.

El problema no es menor. Ni en el terreno territorial (España corre el riesgo de ser demolida), ni en el ideológico (están olvidándose de las desigualdades sociales tanto como colaborando con sus enemigos de clase en las comunidades autónomas). Cuando el nacionalismo exige asimetría fiscal, cultural, económica, lingüística y jurídica no lo pide la totalidad de los ciudadanos de Cataluña, sino la clase transversal catalanista, el establishment. O dicho de otro modo, los que viven del negocio nacional y de sus emociones. Hasta ahora, tales clases oligarcas catalanas y vascas son las únicas que han gobernado en exclusividad desde la Transición. Una derecha retrógrada camuflada tras la estelada y adornada con estética de izquierdas.

La impostura no puede ser mayor, persiguen la igualdad económica entre los ciudadanos tomados uno a uno, pero sacralizan la desigualdad económica de los territorios; detestan a los ricos pero, si los ricos son los territorios, entonces reclaman su 3% y la soberanía suficiente para gestionarlo sin molestias. Es decir, exigen privilegios, reclaman paraísos para las rentas más altas y se desentienden de los peones, pensionistas y parados de las comunidades más pobres. Una izquierda nunca vista. Parece que desconocieran que miles de pensionistas de determinados territorios no podrían cobrar sus pensiones sin los excedentes de las más pudientes.

La impostura no puede ser mayor, persiguen la igualdad económica entre los ciudadanos tomados uno a uno, pero sacralizan la desigualdad económica de los territorios

Pepe Álvarez, el eterno presidente de la UGT Cataluña y ahora de España, es la imagen de toda esa impostura. Salió de las ruinas mineras de Asturias para pastorear al mundo obrero como mamporrero del nacionalismo catalán. Es la izquierda babosa, traidora, y colaboracionista con los caciques territoriales. PSC, y PSOE, Madrazo en el País Vasco y todos los acomplejados de las izquierdas comunistas de España. Y como éramos pocos, parió Podemos armado con esa casquería de la plurinacionalidad, el plurilingüismo y el publirreportaje televisivo para vender populismo, falsa intelectualidad y mucho resentimiento contra España. Adanistas universitarios sin más experiencia que la tiza.

Más bajo no podían haber caído. Recurren a los derechos históricos, remozan el Antiguo Régimen en nombre de rémoras constitucionales y estatutarias que deberían exigir abolir en lugar de generalizar, y pasan por progresistas. La intoxicación nacionalista ha llegado a las raíces mismas de la indecencia intelectual.

O desenmascaramos a esta izquierda vendida a las oligarquías territoriales y defendemos la igualdad, o los ciudadanos con menos recursos seguirán siendo ciudadanos de segunda en su propio país.

PD: Las fronteras para la izquierda, para la izquierda española también, deben tomar a los Estados actuales como fronteras coyunturales, como instantes históricos a superar en busca de la igualdad de todos los hombres. Ese es el ideal.