La escopeta nacional fue una gran película de Berlanga que retrataba ácidamente la clase empresarial y política del tardofranquismo. En estos días, algún director de cine avispado puede inspirarse en lo que está sucediendo en la sede socialista de la calle Ferraz. En el exterior, militantes socialistas indignados que llaman “traidores” a los que no están de acuerdo con Pedro Sánchez en un alarde de libertad de expresión. Ningún dirigente opuesto a Sánchez se libraba de su ira. En el interior, bronca y enfrentamiento sin solución de continuidad. Ninguno reconoce a la otra parte. Todos los puentes están dinamitados.

Junto a la militancia enfurecida, militantes de otros partidos que no tienen, ni tendrán, ninguna intención de votar al PSOE pero que ahora ensalzan la figura de Sánchez. En las sedes socialistas de toda España, decepción y desasosiego. “Esto es un desastre”, me comentaba ayer un miembro del comité federal. “Los militantes están hartos”, sentenciaba. Otro dirigente socialista, ministro con José Luis Rodríguez Zapatero y ahora situado en una discreta segunda fila, también dejaba entrever su frustración, “deberían irse todos”, porque todos son culpables. Unos, por cerrarse en su burbuja y no asumir ningún fracaso; y los otros, por no tener los arrestos suficientes para plantear una alternativa política al “no es no”. Una alternativa que pasa inevitablemente por la abstención y permitir un gobierno del PP. Nadie ha sido capaz de levantar esta bandera que necesita de una fuerte dosis de explicaciones.

En este panorama, esquizofrénico, la escopeta socialista toma el protagonismo y dispara su (pen)último tiro en el pie. Pedro Sánchez y los críticos comparten responsabilidad conjuntamente. En primer lugar, es responsable y culpable el secretario general porque no ha sabido coser los rotos que se iban produciendo sistemáticamente en el conjunto del partido, porque ha echado gasolina al fuego en lugar de intentar apagarlo, y porque no ha conseguido hilvanar un discurso sólido más allá del no a Mariano Rajoy que ha llevado al PSOE de derrota en derrota.

El socialismo español no es creíble en su discurso de izquierdas. Podemos le roba la cartera y se aleja del centro político con fuga de votos a otros partidos o a la abstención

Se le ha dado voz a un discurso que le permite afirmar “o Rajoy o yo”, pero que el “yo” tiene pocas posibilidades de erigirse en alternativa a través de ese misterioso “gobierno transversal”. Podemos ahora le da la zanahoria pero le da luego el palo al obligarle a abrirse a los partidos independentistas. Ahí, radica el problema porque el socialismo del sur no tienen ninguna intención de avenirse a negociar con ERC y PDC. El discurso anticatalán aún tiene predicamento en una buena parte del partido, y no nos engañemos, también en algunas comunidades.

Como conclusión, el socialismo español no es creíble en su discurso de izquierdas, porque Podemos le roba la cartera; se aleja del centro político perdiendo votos en otros partidos o en la abstención; no tiene un discurso ante la nueva situación territorial lo que le hace insignificante y no determinante en los territorios históricos: Galicia, País Vasco, Navarra y Cataluña.

Los críticos han sido desleales con el líder y le han hecho la vida imposible durante dos años. Ahora, tras este aquelarre, irán a la oposición en sus respectivos territorios

En segundo lugar, son responsables y culpables el conjunto de los críticos. Su oposición a Sánchez no hace vislumbrar un mensaje alternativo e ilusionante al del líder socialista. No parece que tengan ideas para que el PSOE vuelva a tener relevancia electoral. Su discurso no parece que aporte nuevas novedades. Han sido desleales con el líder desde que fue elegido hace dos años haciéndole la vida imposible y no son conscientes de que este aquelarre público los llevará a la oposición en sus respectivos territorios. “Les quedan dos telediarios”, afirma un alcalde socialista que se declara “abochornado”. ¿Por qué? Porque han quedado en evidencia entre los militantes, los votantes y el conjunto de la sociedad española. Y, por último, por no tener, no tienen un líder dispuesto a competir con Sánchez en unas hipotéticas primarias. ¿Será por eso que no quieren iniciar ahora un proceso electoral congresual?

Además, han jugado con las cartas marcadas. Sus diferencias con Sánchez son personales y orgánicas, pero también políticas. Sin embargo, como saben que la abstención del PSOE en una investidura con Rajoy tiene una furibunda oposición en la mayoría de la militancia socialista, le han puesto sordina. Escuchan a los poderes fácticos --económicos y políticos-- de este país, capitaneados por un desmelenado diario El País que ha abandonado hasta los más mínimos elementos de ética periodística, mientras no alzan la voz en favor de una abstención. Dicho así, lisa y llanamente. Excepto Guillermo Fernández Vara, el resto de líderes críticos han ocultado su posición entre filigranas lingüísticas.

No dejen de seguir la película. Ahora está en un momento de alta tensión pero el final de La Escopeta Socialista no está escrito y promete más tiros en el pie.