La Constitución española sí que necesita un cosido urgente, usando la terminología que ha puesto de moda Susana Díaz cuando ha querido referirse a sus planes para la dirección del PSOE una vez dinamitada la comisión ejecutiva que encabezaba Pedro Sánchez.

Los acontecimientos demuestran que la reforma más perentoria de la Carta Magna es la del artículo 99, donde se establece cómo elegir al presidente del Gobierno. Si los legisladores hubieran sabido anticipar la crisis del bipartidismo, quizá habrían optado por fijar ese mecanismo en una norma más fácil de adaptar a cada periodo histórico.

En estos momentos, el País Vasco vuelve a ser un modelo a imitar. El Estatuto de Gernika apenas esboza cómo proceder en la designación de lehendakari. Es en el reglamento del Parlamento y una resolución de la presidencia de la cámara de 2009 --afinada en 2012-- donde se establece que en segunda votación los grupos parlamentarios solo tienen dos opciones: apoyar al candidato propuesto o abstenerse; el “no” es imposible. Se entiende que si un grupo rechaza al aspirante debe presentar una alternativa.

De haber copiado a los vascos, Mariano Rajoy ya sería presidente efectivo del Gobierno

De haber copiado a los vascos, Mariano Rajoy no habría podido declinar la invitación real a la investidura, ya sería presidente del Gobierno, no habríamos tenido segundas elecciones, ni cabría la posibilidad de unas terceras.

Eso sí, después tendría que haber negociado con el resto de los grupos para conseguir el apoyo necesario para la aprobación de las leyes importantes, incluidos los Presupuestos. Es lo que le pasará a Íñigo Urkullu, que con solo 28 de los 75 escaños de la cámara vasca será designado presidente, pero después tendrá que buscar socios de legislatura.

Siguiendo con los símiles socialistas, también es oportuna la sentencia de Josep Borrell con motivo de la polémica votación del comité federal del PSOE sobre la convocatoria del congreso extraordinario: “El procedimiento determina el resultado”.

Lo que deberían hacer los partidos ahora es aplicar esa reforma exprés con la misma determinación que en verano de 2011 

Si realmente hay voluntad de acabar con el bloqueo institucional que vive España, lo que deberían hacer los partidos es aplicar esa reforma exprés con la misma determinación y celeridad que populares y socialistas emplearon en el verano de 2011 para poner el servicio de la deuda por delante del resto de las obligaciones del Estado.

Probablemente, alguno de ellos preferiría otro cambio. El PP ha elogiado en alguna ocasión el sistema electoral griego que, con el objetivo de forzar gobiernos sólidos, establece una prima de 50 diputados al partido más votado. De esta manera, una mayoría minoritaria pasa a ser absoluta. Una forma de dar estabilidad a corto plazo, pero que fomenta los vaivenes en las grandes cuestiones de Estado, como los que hemos vivido en España en materias como la educación cada vez que el PSOE o el PP han gobernado con mayoría absoluta.

La fórmula vasca es buena, pero tiene un defecto: obliga al consenso.